Después de 22 horas de sesión, de exposiciones fervorosas, de largas vigilias a la espera de un desenlace que se avizoraba dramático; el jueves 14 de junio de 2018 la Cámara de Diputados dio media sanción al Proyecto de Ley presentado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que habilita la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14 de gestación. Ese día de frío intenso y clima mundialista, la marea verde, que ya había triunfado en las calles, en las redes y los debates cotidianos, encabezada por adolescentes y jóvenes con pañuelos al cuello, conquistó el espacio que le faltaba: el institucional.
La aprobación de la Cámara baja es el resultado de una lucha de larga data de los movimientos de mujeres en el país que se revitalizó en el último tiempo bajo la voz de una nueva generación de jóvenes que exige al Estado la necesidad de hacerse cargo de una realidad rodeada de muerte. De acuerdo a lo citado en el mencionado texto -con los impedimentos de acceder a datos rigurosos por tratarse de una procedimiento ilegal-, el aborto se llevó más de 3000 vidas en democracia por las condiciones clandestinas en que se practica. Pero además de la demanda de un entorno sano para terminar con los fallecimientos, esta oleada de chicas pide autonomía para decidir sobre sus cuerpos.
Los reclamos con forma de marchas, de charlas o de relatos estremecedores, fueron escuchados por toda la sociedad. También por la mayoría de los legisladores que los hicieron carne con 129 votos. Algunas diputadas y diputados reconocieron haber cambiado de postura por los aprendizajes que dejan las hijas y las nietas. De esas hijas y nietas que interpelan, que piden soberanía para sus cuerpos, habla Dora cuando dice «muchedumbre verde». Dora es Dora Barrancos, socióloga, historiadora, directora de CONICET y referente feminista argentina de la primera hora. Para ella esa «muchedumbre verde, esas niñas de 14, 15 y 16 años son el relevo extraordinario de la insubordinación».
Barrancos fue una de las oradoras durante la etapa inicial de audiencias públicas. Su exposición introdujo una temática poco mencionada en las argumentaciones en línea con la iniciativa de interrupción voluntaria del embarazo: la necesidad de separar la sexualidad de las mujeres de la reproducción desde una perspectiva de derechos. En el sexo patriarcal reina la inequidad: sólo el hombre es el que goza en tanto la mujer es sobrevolada por la sombra del embarazo. «El Estado nos debe devolver la plenitud del goce sexual sin ninguna forma fantasmática que le de sombras». Para la socióloga, el aborto es una problemática de salud pública pero también «de autonomía y decisión y de equivalente libertad del disfrute sexual».
Dora está exultante y atiende el teléfono apurada pero amorosamente. A sus 77 años reconoce que los achaques de la edad le pasaron factura y debió abandonar la vigilia en la plaza con sus compañeras para descansar. Escuchó varias de las exposiciones y se sorprendió con algunos discursos de legisladores que están en sus antípodas políticas. En especial rescata los de Yanina Gayol, representante entrerriana, y Fernando Iglesias, ambos de Cambiemos, por su «auténtico cauce liberal y la íntima convicción de que esto es un avance de derechos».
«No es la primera vez que en encrucijadas podemos ganar algún derecho. Este será el único derecho que aparezca en esta encrucijada», lanza la directora del CONICET historiadora, entre risas pero crítica y sensata con sus inclinaciones de izquierda. La «encrucijada» es, a su juicio, el gobierno de Mauricio Macri. Dora se repetía con fuerza desde las afueras del Congreso: «Si son liberales tienen que aprobar este derecho», aunque admite que duda del carácter liberal de la problemática del aborto.
Barrancos conoce el panorama político latinoamericano en general y en lo que concierne a la legalización del aborto, en particular. Durante la dictadura cívico/ militar del ’76 se exilió en Brasil donde continuó estudiando-como toda su vida- y se incorporó al movimiento feminista. Los marcos legales en los países de la región son extremadamente restrictivos o punitivos, salvo excepciones como Cuba que legalizó el aborto en 1965, México (sólo en el Distrito Federal) y el reciente caso de Uruguay.
En algunos países del Caribe ni siquiera se permite detener una gestación aunque esté en riesgo la vida de la mujer. La socióloga explica, al cierre de la conversación que, en caso de sancionarse la ley, posicionaría a la Argentina «en una estatura de enorme proyección. Si conseguimos este paso en la región más austral esto reverberá fuertemente en todo el espinel continental y se equiparará a la Unión Europea».
Dora Barrancos siente que la lucha valió la pena. Aunque todavía queda la instancia del Senado, se abrazó con sus compañeras al grito de «nos merecíamos ganar», rodeadas de esa enorme marea verde de niñas y jóvenes desobedientes, insubordinadas, como ella, con las que se fundió y escribió un nuevo capítulo de la política y la historia.