Por Jorge Cánepa
El policía bajó del auto y encaró hacia el banco de la plaza.
Armado hasta los dientes, decidido y, mientras se acercaba, gritó: -Que están haciendo acá!!?
Ellos lo miraron como si no lo hubieran escuchado, distraídos.
Habían llegado por la avenida y se sentaron en ese rincón de la plaza López, en el banco de cemento, el de siempre.
-Estamos buceando, dijo ella sonriente.
El hombre acusó el impacto, respiró hondo y con un tono conciliador dijo:
-Señora, por favor, no me haga chistes.
-No es un chiste, oficial! Estamos buceando en los recuerdos, rebuscando en el alma, eligiendo lo que queda sellado, lo que nunca se va.
-A propósito, usted cree que se puede reiniciar un amor, después de medio siglo de desencuentros?
El hombre quedó en silencio. Respiró hondo y habló a la central:
-Aquí oficial Vega. Tengo a un masculino y un femenino en clara falta, de camping, en la plaza.
Escuchó asintiendo con la cabeza la respuesta y con cara de enojado les dijo:
-Por favor, retírense. Ustedes son gente mayor, los que más peligro corren por estar aquí.
Él tenía en la mirada el mismo gesto de la adolescencia, el de la complicidad y la fantasía.
Ella lo miró y se acordó de un primer beso robado en un baile de Regatas.
Hablaban del mundo que conocieron, de los miedos y de las alegrías, de la mariposa guardada en el cuaderno…de la vida caprichosa que los separó…y los volvió a juntar.
-Se tienen que retirar!, vociferó el policía.
Está prohibido andar por los las calles.
-Que lástima que no se pueda agente…dijo él, (mientras los dos se miraban con una sonrisa cómplice)
Con mi novia queríamos ver un rato más el verde y las flores…
Caminaron tomados de la mano, en silencio.
Miraban este mundo nuevo, hostil, desconocido y él, de repente, recordó el poema de Neruda.
Se lo repitió como tantas veces, mirándole el alma.
Pido Silencio
Y solo quiero cinco cosas
Una es el amor sin fin
Lo segundo es ver el otoño
Lo tercero es el grave invierno
En cuarto lugar el verano
La quinta cosa son tus ojos
No quiero dormir sin tus ojos
No quiero sin que me mires
Yo cambio la primavera
Porque tú me sigas mirando
La pregunta había quedado sin respuesta. El sargento no lo supo contestar.
La contestó Neruda.
Por Pellegrini al fondo, sobre el oeste, se escondía el sol.
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