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viernes 26 de abril del 2024

Crónica de una masacre anunciada

Ayer a la tarde se cayó el argumento. Jonathan Funes volvía de la cárcel de Piñero; de visitar y llevarle comida a su hermano Alan, el nuevo preso de «perfil alto» de la penitenciaría. En la intersección de la Ruta 14 y la A012 paró su Audi A3 color negro y le dio el paso a una camioneta color blanca que se detuvo en medio del cruce. Allí el más grande de los hijos de Jorge Funes supo que su suerte estaba echada. Junto con él caerían las teorías de que Rosario solo sufría problemas menores, vinculados a problemas personales entre mafiosos.

El «Bam Bam»—como le decían a la víctima— intentó escaparle a su destino de plomo. Abrió la puerta de su coqueto auto e intentó huir de sus verdugos. Tal vez, cuando el aire dulce y espeso que irradiaba el asfalto de la ruta se le metió por la boca, mientras tomaba su último respiro, se acordó de Mariela, su mamá, que fue asesinada en marzo de 2016, o de su hermano Ulises, que fue ultimado el domingo 7 de enero.

El muchacho corrió solo diez metros y se desmoronó sobre la ruta, al ser alcanzado por un gran número de balas que le gatilló un sicario que había bajado del utilitario blanco.

La novia de «Bam Bam» observó el ataque, sentada en la butaca del acompañante del Audi. «La dejaron viva para que cuente todo», señaló una importante fuente del caso.

¿Que debía contar?, los investigadores suponen que ella deberá ser quien confirme lo que muchos suponen: en la «nueva Rosario» aún reinan los viejos Jefes, que entre rejas y flashes de fotógrafos se aseguran de que cualquier rebelde se lleve su merecido.

«Los van a matar a todos, no va a quedar ninguno. Ni los viejos enemigos que aún sobreviven, ni los nuevos, que todavía no sufrieron bajas», explicó el mismo investigador.