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jueves 28 de marzo del 2024

Cómo identificar a un falso Coach

Hace años viene imponiéndose de manera vertiginosa una nueva (ya no tan nueva) disciplina denominada coaching.

Podríamos decir que el coaching contiene unas cuantas cuestiones valiosas, efectivas y con capacidad de producir rescatables resultados en las personas y en los equipos de trabajo.

El inconveniente aparece cuando esta disciplina empieza a circular de manera indiscriminada por el mundo de las capacitaciones y de pronto cualquier persona puede, con una formación breve y básica recibir un “titulo” de coach, que supuestamente lo habilita para trabajar con personas y con las cuestiones que aquejan a estas personas y que  desean cambiar en sus vidas.

Aparece entonces un desfile de oportunistas por diferentes variables: ya sea porque ven un negocio en esta disciplina,  o porque no saben qué hacer con su tiempo libre y eligen formarse para “transformar” sus vidas y las de otros, o porque piensan y sostienen (ya que probablemente esto es lo que han escuchado) que con una serie de conversaciones se logra arribar a modificaciones en la personalidad y la esencia de los individuos.

A favor de todo lo que suma pero en contra de todo lo que “vende humo” y genera falsas expectativas, considero indispensable señalar cuáles son las características que permitirán detectar a un sujeto que se denomina coach y que no cuenta con la formación y la idoneidad necesaria para trabajar con personas de manera responsable y sin poner en riesgo el equilibrio emocional y psíquico de quien tiene enfrente.

Perfil del coach  impostor

Escasa o nula capacidad de escucha: Condición sin e qua non para quienes trabajan con personas: poder escuchar el malestar de quién está del otro lado, qué le pasa, que quiere, qué piensa y siente y que le está impidiendo lograr lo que desea lograr.

Cero empatía: Es decir, imposibilidad de sensibilizarse por lo que al otro le sucede y comprender qué es lo que está atravesando esa persona, que acudió a una consulta por algún motivo puntual (que inclusive muchas veces desconoce cuál es)

Alta dosis de soberbia y/u omnipotencia: Considerar que tiene todas las respuestas y pretender darlas, como si de consejos se tratara de la vida. Y el hecho de que a alguien le haya resultado efectiva una decisión o una acción específica no quiere decir que a otro también le resulte. Esto implicaría desconocer que todos somos seres diferentes y singulares que si bien compartimos ciertas generalidades como seres humanos, poseemos historias, vivencias y realidades diferentes. Esto es, justamente, lo que nos hace  únicos e irrepetibles.

–Forzado optimismo: El “tu puedes” y “sólo hazlo” pasa de ser una frase motivacional a una imposición un tanto ingenua y necia. Ya que no registrar que no todos las personas contamos con las mismas herramientas ni recursos ni venimos de los mismos lugares. Nuevamente esta postura no registrar las individualidades y no respeta las diferencias.

Contar con un manual de frases hechas: y repetirlas hasta el hartazgo, como si trabajar con seres humanos implicara trabajar en serie. Si bien la motivación es un factor indispensable para cualquier actividad que se decida emprender, ya sea un trabajo, un proceso terapéutico, una mudanza o un programa de coaching, no a todo el mundo le es efectivo el mismo tipo de intervención. Es decir, con frases motivacionales de un taller de fin de semana, no se resuelve un problema de base ni se modifican actitudes o conductas que se han venido desarrollando durante años. Todo cambio requiere de un esfuerzo, de un trabajo y de un cierto tiempo que será diferente para cada persona. Y esto es importante tenerlo en claro como profesional: el desarrollo de la motivación implica un trabajo más profundo que repetirle constantemente frases al consultante o coachee, del tipo: “Si piensas que puedes o no puedes estas en lo correcto”, “Si quieres cambiar el mundo cambiate a ti mismo”, “Si querés podés”. En definitiva, descontextualizar a la persona con la que se está trabajando y no registrar la “mochila” con la que viene (su historia, su recorrido, sus paradigmas, sus capacidades y sus recursos o la ausencia de éstos) termina siendo un trabajo en serie al mejor estilo de: “que pase el que sigue” que no respeta la subjetividad y la singularidad de quien se tiene enfrente.

Escudarse en las certificaciones de determinadas instituciones: Si bien estoy a favor de la formación y capacitación constante en el área en que cada uno desea desarrollarse y lograr un nivel de excelencia, considero que de la mano de la capacitación es fundamental la experiencia y el recorrido personal que uno puede realizar. Postularse como un gurú de la comunicación quien no es capaz en sus ámbitos laborales y/o personales de aplicar ni un cuarto de lo pregona, deja en evidencia la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace y en todo caso, la farsa de lo que está transmitiendo y/o enseñando.

Claramente los intereses personales de hacer negocios, generar dinero relativamente rápido, sentirse profesional en algo, estar a la moda con lo que resuena en el mercado y/o percibirse importante al creerse capaz de “ayudar” a resolver la vida del otro, lleva a muchas personas a introducirse en  este mundo del coaching, sin terminar de registrar el compromiso y la responsabilidad que significa trabajar con personas y más aún, con el dolor el malestar o la frustración del otro.

No olvides que siempre tenes el derecho y obviamente la responsabilidad de elegir con qué tipo de profesional vas a emprender el camino que querés emprender.

Por eso mismo, más allá de la ilusión y las expectativas que tengas de generar cambios en tu vida, sabé que depende en gran medida de vos, elegir con quién vas a realizar ese camino. Que no sea la ansiedad por obtener resultados inmediatos (que no terminan siendo reales) lo que te lleve a caer en manos de un impostor del coaching, con quién solo obtendrás un gran malestar y una pérdida de tiempo, dinero y energía.

Un coach verdaderamente profesional sabe que el crecimiento y el desarrollo para abordar a la excelencia en lo que hace, implica un proceso metodológico que lleva años y que a su vez requiere de otros tipos de formaciones y de trabajos en lo personal,  consigo  mismo. Es ésto lo que lo diferenciará de un impostor o de un embustero.