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viernes 19 de abril del 2024

Cómo educar sin violencia

Por Gimena Rubolino.

La violencia no educa y si utilizamos estas prácticas para enseñar a nuestros hijos al contrario de lo que se cree, obtendremos personas inseguras y con tendencia a repetir estas conductas cuando sean adultos.

Educar es una tarea dura, difícil. Los niños y niñas aprenden principalmente del ejemplo que le dan sus padres o cuidadores.

Consecuencias del maltrato

Desde Unicef advierten que las consecuencias físicas, psicológicas y sociales más frecuentes del castigo físico son:

  • Baja autoestima: pueden mostrarse tímidos y miedosos o, por el contrario, hiperactivos buscando llamar la atención de los demás.
  • Sentimientos de soledad y abandono: pueden sentirse aislados, abandonados y poco queridos.
  • Generación de más violencia: Aprenden que la violencia es un modelo válido para resolver los problemas y pueden reproducirlo.
  • Ansiedad, angustia y depresión: Pueden experimentar miedo y ansiedad, desencadenados por la presencia de un adulto que se muestre agresivo o autoritario.
  • Trastornos en la identidad: Pueden tener una mala imagen de sí mismos, creer que son malos y por eso sus padres los castigan físicamente. A veces, como modo de defenderse, desarrollan la creencia de que son fuertes y todopoderosos, capaces de vencer a sus padres y a otros adultos.

Las bases de una educación sin violencia

Lo primordial es plantear vínculos que promuevan el apego emocional.

Es fundamental mantener un clima emocional que transmita seguridad y protección, basándose en la idea de que en toda convivencia pueden aparecer distintos conflictos y para resolverlos se requiere el diálogo basado en el respeto al otro.

  • Las personas adultas debemos predicar con el ejemplo. Lo que la madre, el padre o cuidador hace es más importante que lo que dice.
  • Solicitarles su ayuda: Plantearles lo que queremos apelando a su colaboración más que a su obediencia.
  • Participarlos de alguna decisión: Proponerles que decidan sobre algo los ilusiona.
  • Felicitarlos, alegrarse por su actitud: Siempre que hagan caso, no nos olvidemos de alabar su actitud y demostrarles la alegría que nos produce.
  • Explicar las razones de nuestro pedido: Ello contribuye a convencerlos en lugar de hacer que se sientan obligados. Estas explicaciones no deben darse cada vez, ni ser muy largas. Tampoco es bueno hacerles creer que solo deben hacer caso si entienden los motivos o están de acuerdo.

Recursos para establecer límites

Suspenderles algo que les gusta: Esta forma de sanción se aplica avisándole al niño, la niña o el adolescente previamente que, si no deja de actuar o hacer determinada cosa que está mal, se le suspenderá una actividad que le agrada, como, por ejemplo, no podrá ver los dibujos animados o ir a una fiesta.

Madres, padres y cuidadores tenemos que prometer algo que podamos cumplir y luego cumplir efectivamente con lo estipulado, para no perder autoridad ante nuestros hijos e hijas.

Tiempo fuera: Se entiende por «tiempo fuera» llevar al niño o la niña, cuando se porta mal, de un ambiente estimulante en que quiere estar a otro no estimulante en el que no quiere estar.

El niño o la niña va a ese lugar a pensar sobre lo que hizo. Debe ser un ambiente poco estimulante, aburrido, pero nunca atemorizante. Su función es actuar como un recordatorio que le permita al niño controlarse la próxima vez que esté tentado a hacer algo que no debe.

El tiempo de exclusión debe ser acorde con la edad del niño, pero nunca excesivo. Una manera de calcularlo puede ser un minuto por año de edad: si estamos hablando de una niña de cinco años, el tiempo no debe ser mayor de cinco minutos, si es un niño de ocho años, podría permanecer ocho minutos.