“La última vez que compartí un momento con ella fue la noche que la mataron”, recuerda Sol. Hace tres años festejaba en su casa el cumpleaños catorce de Chiara Páez. La cumpleañera se fue temprano y nunca más regresó. Un sábado de mayo celebraban juntas y a los días el femicidio de su mejor amiga recorría las pantallas de la televisión. Nadie imagina –o tal vez no quiere hacerlo- que alguien tan cercano sea una víctima fatal de violencia de género. Sol tampoco. El asesinato de Chiara marcó su adolescencia y también el inicio de una masiva movilización, símbolo de una lucha feminista que trascendió fronteras: #NiUnaMenos, que en una semana cumplirá su tercer aniversario.
La voz de Sol refleja la juventud de una chica de 17 y una entereza sin igual. Entre libros y palos de hockey, disfruta de su último año de secundaria en Rufino, donde vive y también compartió innumerables momentos con su amiga de toda la vida. “La conozco desde que éramos chiquitas”, cuenta la adolescente a Rosario Nuestro, como si no hubiera pasado el tiempo. Su relato desprende fortaleza y madurez. Las palabras son frescas y claras, y las sensaciones que trasmiten intensas y conmovedoras. Sonrisas y algunas lágrimas se escapan en la llamada que recuerda a Chiara con mucho amor.
Desde pequeñas compartían sus días en la escuela y algunos años después en el club, lugares que a Sol le costó pisar después del femicidio. Por un tiempo, los entrenamientos no formaron parte de su rutina. Durante un partido, un minuto de silencio recordó a su amiga y fue, dentro del campo de juego, donde sintió el dolor de su ausencia. Regresar al aula tampoco fue tarea fácil, en algunas ocasiones se tenía que retirar de la clase. Tanto su equipo como su curso estaban bastante golpeados por la noticia. Pero quedarse en casa no era una buena opción, necesitaba salir.
El 10 de Mayo de 2015 Chiara cenó con sus amigas y se fue con su novio. La madrugada empezó a caer y en el amigable encuentro quedaron solo cuatro chicas, entre ellas Sol. “Nosotras empezamos a joder a las tres de la mañana escribiendo en el grupo que desapareció”, relata la joven. Horas después percibieron que sus pronósticos eran ciertos. Aunque Chiara contestó alguno de los mensajes, sus respuestas eran raras y notaron que no estaban escritas por ella. Más tarde, el chico con el que salía su amiga se acercó a la casa de Sol. “Estaba re normal, dijo que la había dejado en tal lado y que escuchó cosas extrañas”, detalla.
La confianza reinaba entre Chiara y Sol. Nunca se pelearon y si había una discusión, fortalecía su unión. Incontables fueron sus tardes de estudio, meriendas y partidos. Entre ellas no había secretos. “Me contaba las cosas, no sabía si estaba mal o bien porque lloraba y después se reía”, recuerda alegre. Sus charlas habrán sido infinitas, pero la violencia de género no fue parte de ellas. “Cuando la mataron, hace tres años, no se veía tanto, éramos chicas y tampoco conocíamos muchos casos”, sostiene al respecto y agrega que su amiga nunca manifestó signos de maltrato, tanto físico como verbal, por parte de su pareja.
Las horas en las que Chiara desapareció, sus amigas tuvieron que ser valientes por obligación. El sueño no apareció y antes que amaneciera ese 11 de mayo, una de las chicas llamó por teléfono a la comisaría y les comentó la situación. “Ninguna nos animábamos, imaginate teníamos 14 años”, narra Sol. Los policías llegaron temprano a su casa y las chicas se agruparon con sus papás para buscar. La pequeña localidad al sur de Santa Fe se movilizó. Nadie se imaginaba que aquel sábado de festejos iba a tener un trágico final.
Las adolescentes estuvieron reunidas en la casa de una de ellas. Desde la mañana hasta el atardecer, estuvieron aisladas y sin Chiara. Las horas sin comunicación y sin televisión poco valieron la pena. Cuando Sol regresó a su casa, la radio de fondo le contó lo innesperado. Su mejor amiga había sido encontrada en el patio de la casa de su novio, enterrada y sin vida, cursando un embarazo de doce semanas. A pocos metros, el asesino de 16 años había disfrutado esa misma tarde de un asado.
Sol compartió muchos momentos con la familia de Chiara. Tras la noticia, se acercó a su casa para acompañarlos en el peor. “Fue un golpe fuertísimo”. Su adolescencia inició con un femicidio cercano y atravesar toda la secundaria sin su compañía fue un peso fuerte. “Tengo la mejor amiga que puede haber en el mundo”, reza la leyenda de una foto con Sol que Chiara compartió años atrás en su cuenta de Facebook. En esas diez palabras viven el recuerdo de su compañera de vida. “Hoy lo veo y me emociono porque siempre estábamos re juntas. Cuando ella me necesitaba venía a mi casa, esté o no esté. Y si no estaba se quedaba con mi mamá”.
La conmoción por la muerte de Chiara fue inexplicable. Misas y marchas se organizaron en Rufino exigiendo justicia. Sol marchó una vez y su dolor fue inmenso. No volvió a movilizarse. Su refugio fueron las misas, donde sentía la compañía de su amiga en ese momento. El crimen también disparó el #NiUnaMenos, emblema de una lucha que continúa y que el 3 de Junio de 2015 se manifestó en las calles por primera vez, convirtiéndose en la marcha más multitudinaria contra la violencia de género en la historia Argentina.
La lectura que hace Sol con 17 años estremece, como todo su relato. La situación angustia, pero resalta que la lucha de #NiUnaMenos es importante para brindar apoyo a quienes atraviesan violencia de género, y para conmemorar a aquellas que perdieron su vida por el flagelo. “Quizás es un espacio que Chiara necesitaba”, reflexiona. El lema también se expandió a las redes sociales y sirvió para que muchas compartan sus casos, encontrando a una forma de contención virtual.
Las frases de Sol desprenden fortaleza, aunque a veces intentan quebrarse. Ver la noticia en los canales de televisión fue fuerte, los primeros días y también los primeros meses. “Hace unos días mi amiga estaba conmigo y ahora ya no está”, era su sensación. Cada una de las chicas llevó el femicidio como podía pero apoyo nunca les faltó. Las anécdotas que guarda con ella son un montón, y no deja de recordar que la hermanita de Chiara también era parte de cada reunión.
Unos días antes de su asesinato, precisamente el 7 de mayo de 2015, Chiara cumplió 14 años. La joven cuenta que los celebraban siempre y ese no fue la excepción. Salieron temprano de clase, compraron empanadas y la sorprendieron en su casa para almorzar junto a ella. El factor sorpresa nunca faltó. Cuando cumplió 12, se adelantaron y la llenaron de huevo y harina, como a los 15 años que no llegó a festejar. Ese día Chiara salió corriendo y se tropezó con un perro. Como a este, Sol recapitula cada momento compartido y en su corazón los atesora. No hay día en el que no recuerde a su mejor amiga ni partido en que no la tenga presente.