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viernes 19 de abril del 2024

Violencia de género en el tango

Nobleza obliga a una salvedad en el comienzo de este artículo consistente en aclarar que cuando nos referimos al “tango”, de lo que hablamos exclusivamente es del “tango canción” o “tango cantado”. Dicho lo cual señalamos que la noción del tango es inseparable con la presencia en el mismo de la mujer. No existe tango si no existe mujer.

En su esencia, la canción ciudadana es un lamento elegíaco por algo que ya no se tiene, o en buen romance el llanto por un amor perdido. Dicha condición la encontramos ya en el primer tango, «Mi noche triste”, en el que Pascual Contursi comienza lamentando la partida de la fémina adorada: «Percanta que me dejaste en lo mejor de la vida». Establecida esta base fundacional, es justo afirmar que el tango es “machista” como parecen afirmar muchos de los defensores de la cuestión de la “violencia de género” de rigurosa actualidad.

Ante tal pregunta, prefiero guiarme por las plumas tangueras que le dieron prestigio al género , y contesto que depende los tangos y de sus autores que hayan sido mas o menos machistas. Haremos un mea culpa, pero dejando a un lado a  los autores como Homero Manzi, José María Contursi, Homero Expósito o Eugenio Majul, donde no hay distrato a la mujer y campea en toda esa obra tanguera un romanticismo excelso como los que se aprecian en “Ninguna», “Cada vez que me recuerdes”, “Naranjo en flor” o en “Antes del adiós”, por citar respectivamente un tango de cada uno de los poetas recién nombrados.

Vamos a analizar cómo se manifestaron literariamente en esta cuestión los letristas Manuel Romero, Celedonio Flores y Enrique Cadícamo, sin dudas partes  de la flor y nata de la poesía ciudadana. Comencemos por lo escrito por el polifacético Manuel Romero, letrista tanguero y director cinematográfico, y advertiremos un ataque despiadado a la mujer en obras como  “Tomo y obligo”,  donde se dice “de las mujeres mejor no hay que hablar,todas amigos dan muy mal pago, y hoy mi experiencia lo puede afirmar” . Y para rematar tamaño desatino, apostrofa finalmente seguir el consejo que no hay que enamorarse y que “un hombre macho no debe llorar” . No conforme con ello, el mismo Manuel Romero afirma en “Las vueltas de la vida” una presunción cuestionable por donde se la mire: “Mujer , pa’ser falluta”, que haría espantar a todos los organismos protectores de los derechos femeninos.

Lo curioso es que ambas letras tan misóginas tuvieron sus intérpretes femeninos: María Graña cantó y grabó “Tomo y obligo” recomendando eso de que de las mujeres mejor no hay que hablar . Y Ada Falcón asumió el rol de falluta en su versión inconcebible de “Las vueltas de la vida”. En realidad allí no termina el arsenal de diatribas antiféminas de Romero, ya que en “Tiempos viejos” desprecia totalmente a la rubia Mireya a la que trata de “pobre mendiga harapienta” y en “Aquel tapado de armiño” se queja del infortunio que le provoca la inconstante y casquivana mujerzuela que para satisfacer sus deseos de comprarle el tapado lo tuvo mangueando amigos, viendo usureros y un mes sin fumar. Y al fin de cuentas todo eso fue en vano, ya que le compró el ansiado en larguísimas cuotas que duraron mas que su esfímero amor (“El tapau lo estoy pagando,y tu amor ya se acabó”).

Dejando a Romero y adentrándonos en el mensaje poético de Celedonio Flores diremos que en general su visión no muestra siquiera un retazo de romanticismo. Todo es cruda dureza expresada generalmente en lunfardo. Ya en su primer obra, un poema al que titula “Por la pinta”, y al que Gardel transformara en el tango “Margot”, el varón desahuciado por la mala mujer le dice “vos rodaste por tu culpa” y que “le revienta tu presencia, pagaría por no verte”, que sin dudas escandalizarían a las defensoras de la igualdad de géneros. Entre tantos ataques del negro Cele, se destaca en “Cuando me entrés a fallar” que es capaz de hacerla saltar pa’arriba si le ocurriera fallarle.

Podríamos seguir hasta las calendas griegas y seguramente en otros artículos volveremos sobre estas cuestiones, pero quiero detenerme en el autor mas prolífico que tuvo el tango, sin dudas Enrique Cadícamo, a quien es imposible dejar de encontrarle infinidad de maltratos a la mujer en el contenido de quien tiene grabados mas de trescientos tangos. Hay un verso contenido en el tango “La casita de mis viejos”, aparentemente inofensivo en cuanto a la materia que estamos considerando, de corte nostalgioso y evocativo, y sin embargo lo encuentro como el mas contundente de todos los que hasta aquí hemos analizado, quizás por la simpleza de la idea. Es cuando el protagonista,muy triste, confiesa estar volviendo vencido a la casita paterna, muy golpeado al parecer porque “las mujeres siempre son las que matan la ilusión”.

Todas estas letras que hemos cuestionado resultan un cuento para niños de  los hermanos Grimo de Charles Perrault, una mezcla de Caperucita con Blancanieves y una pizca de la Cenicienta si comparamos su contenido con la letra de “Bombón asesino”, que no oculta dentro del erotismo machista manifiesto un dejo de perversión hacia la mujer. No conozco mujeres que se hayan pronunciado contra el hit de “Los Palmeras” y cuento por miles a las que festejan este engendro saltando y brincando como poseídas en los recitales, Obelisco porteño incluído, que públicamente subsidian organismo estatales.