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jueves 25 de abril del 2024

Tríos sexuales… el poder mediático de una fantasía

Trío, menáge a trois, “MHM”,” HMH”, “MMM”, “HHH”, tomando por caso sólo identidades en código binario Mujer/Hombre, es en todas las combinaciones posibles, la incorporación de una tercera persona al encuentro sexual. En general dos de los integrantes del trío tienen una relación de pareja entre sí.  Es una práctica tan antigua como la humanidad y sigue constituyendo una de las fantasías sexuales más recurrentes.

Es evidente que la frecuencia de aparición del trío como fantasía supera exponencialmente a la frecuencia en que se constituye como una práctica sexual, que sigue siendo minoritaria.

El pasaje de la fantasía a la realidad implica un salto cualitativo que no todas las personas están preparadas para dar. Abrir el espacio íntimo de una pareja implica desprenderse de la posesiva noción de propiedad privada respecto a la persona amada, para que el protagonismo lo pueda asumir el erotismo y no los celos. Ser testigo del intercambio sexual de la pareja con otra persona, puede ser una fuente muy poderosa de excitación, tanto como de angustia, frustración y conflicto. Por eso es muy importante que antes de dar ese paso la pareja dialogue y reflexione sobre sus implicancias.

La confianza y la comunicación son requisitos imprescindibles para formularse este tipo de alternativas. Como en toda práctica sexual, el consenso entre todos los participantes es condición sine qua non para llevarla adelante. Esto significa la decisión explícita y positiva de todas las partes, libres de coerción, y no la mera aceptación pasiva del deseo de alguno.

Acceder a esta o cualquier práctica sexual únicamente con la voluntad de complacer al otro puede conducir no sólo a situaciones displacenteras e incómodas, sino también a vivencias cargadas de angustia cuyas consecuencias pueden tener impactos subjetivos y en el sistema de la pareja. De existir un auténtico acuerdo, puede resultar una experiencia sumamente placentera y enriquecedora para la relación y la vida sexual de la pareja.

Ahora bien, lo cierto es que las personas que ejercen sus derechos sexuales al placer y a la libre asociación sexual, también suelen ejercer el derecho a la privacidad. Si bien es cierto que a su vez a cada uno le cabe el derecho a divulgar su intimidad, cabe destacar que ese exhibicionismo mediático de la propia vida sexual tiene más que ver con la intención de captar la atención del público (lo cual se logra eficazmente), que con una costumbre de las personas que viven libremente su sexualidad, quienes suelen mantener la misma en reserva igual que cualquier otro ser humano en nuestra sociedad.

En una nota de La Vanguardia (2010) se hace referencia al socioantropólogo Antonio Casilli que define a la Extimidad como “el neologismo que define nuestra intimidad pública[i]. Este término fue utilizado por primera vez por J. Lacan en su Seminario “La ética del psicoanálisis” (1958) pero él no entendía la extimidad como lo contrario a la intimidad, sino que lo planteó como una formulación paradójica de lo éxtimo como lo más íntimo pero que está constreñido a reconocerse sólo desde el afuera.

El psiquiatra Serge Tisseron, el antropólogo Casilli y muchos otros estudiosos de los nuevos entramados sociales, dan a le extimidad este sentido de construcción de lo íntimo a partir de la exposición pública referido al uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Más allá de que todos estemos incluidos en este proceso con el uso de las redes sociales, algunos personajes de la farándula se esmeran en potenciar la extimidad para ganar visibilidad apostando a la infalible fórmula de la curiosidad humana sobre la intimidad ajena asociada a un factor de fantasía sexual preponderante…y por supuesto, tienen éxito.

[i] https://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20101231/54096083099/extimidad.html