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viernes 29 de marzo del 2024

Reinventarse a partir de cada crisis

Por Silvana Savoini.

La palabra crisis a veces es interpretada con una connotación negativa. Pero es un término que refiere a los procesos de cambio, y el cambio en sí mismo, no necesariamente es algo perjudicial.

Existen crisis esperables y otras inesperadas, pero todas nos conducen, en el mejor de los casos, a una transformación. Ante un acontecimiento que nos impacta, nos conmueve, nos quedamos transitoriamente sin recursos subjetivos para afrontarlo. Todos nuestros saberes previos parecen no ser suficientes para dar respuesta a aquello que nos sorprende, dejándonos vulnerables, desorientados, y muchas veces en una franca desorganización de la respuesta o parálisis.

Toda crisis, todo cambio de un estado a otro, implica un duelo por el estado anterior. Eso significa que atravesaremos un proceso doloroso, luego del cual volveremos a sentirnos bien, pero desde la aceptación de que las cosas no serán como antes de la crisis, nosotros ya no seremos los mismos.

Esa transformación, requerirá una reconfiguración de nuestra identidad narrativa[i], es decir, necesitaremos volver a escribir el relato que responde a la pregunta de quién soy. La narrativa con la que respondíamos a esa pregunta existencial, personal y social, deja de ser eficaz, ya no nos sirve, no nos representa, por eso nos sentimos confundidos, colapsados, hasta tanto seamos capaces de crear un nuevo relato. De hecho, ante algo que nos desconcierta solemos usar la expresión “me quedé sin palabras”, el impacto nos destituye como sujetos y nos sumerge en una vivencia inefable, es decir, aquella para la cual no hay palabras.

Por eso es tan importante habilitar un diálogo que permita ponerle palabras, para empezar a poder decir algo, desarticulado, caótico, fragmentario, lo posible, hasta tanto se pueda reanudar un discurso que otorgue significación a lo acontecido y lo enlace con el contexto y con el resto de nuestra biografía.

Para poder reinventarnos, necesitamos desarrollar una nueva narración de la propia vida, esa re-configuración de nuestra identidad a través del discurso que nos permite dar cuenta de quiénes somos. La obstinación rígida en conservar aquello que fue o que fuimos o que era nuestra vida “antes de” la crisis de la que se trate, sólo nos conduce a quebrarnos, a estallar bajo la presión de las nuevas circunstancias, con un grado mayor de dificultad para reconstruirnos.

Acompañar los movimientos sísmicos de mayor o menor magnitud, con aceptación, compromiso y suficiente flexibilidad, es lo que nos permite volver a emerger, renovados, para seguir siendo nosotros, aunque jamás los mismos.

[i]Ricoeur, P. (1996) [1990]. Sí mismo como otro, trad. A. Neira Calvo, Madrid: Siglo XXI