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martes 23 de abril del 2024

“Que mi amor te haga libre”

El título de esta nota va entre comillas, porque la expresión no es mía, la tomo de Manuela Garbarini, autora del libro “Yo puedo solo[i], que condensa en esas palabras la forma más sublime de manifestar la generosidad de una madre hacia su hijo. De más está decir que recomiendo su lectura, es un libro para la niñez, sencillo, cuya particularidad reside en estar pensado desde la vivencia del infante, pero cuyo mensaje más profundo se dirige al adulto responsable de la crianza.

Dicho esto y agradeciendo a Manuela la genialidad de sus palabras, me las apropio un rato para trasladarlas a mis deseos para el año que comienza. A quienes amamos, no sólo a nuestros seres queridos, sino a los destinatarios de nuestras labores, sin importar a qué nos dediquemos, es lo mejor que podemos desearles. Si procuramos conectar con el amor como motor de nuestros actos en el sentido más laxo del amor, logramos que cada acción habilite para la libertad.

Si respetamos, reconocemos la libertad. Si escuchamos, permitimos la libertad. Cuando aceptamos al otro tal como es, aun cuando no sea o piense como yo quiero, esa aceptación se vuelve el testaferro de la libertad, que debería ser el principio rector de toda interacción humana.

Karl Jaspers, psiquiatra y filósofo alemán (1883-1969), decía que al ser humano lo moviliza la búsqueda de la trascendencia y de la libertad. Si reflexionamos sobre los anhelos que subyacen a nuestras decisiones, podemos encontrar que en última instancia la mayor parte de nuestros actos se orientan a partir de esa búsqueda.

En varias oportunidades leí o escuché hablar de la educación como acto de amor, y adhiero a la imperiosa necesidad de amor como elemento imprescindible en todo proceso de enseñanza  aprendizaje, incluso en la educación superior. Si entendemos que amar es cuidar, y pretendemos que nuestro amor haga libre al otro, toda instancia del ámbito educativo debería basarse en el cuidado, el respeto y la generosidad suficientes para hacer libres, en este caso, a los estudiantes. Sabemos que lamentablemente no siempre es así, a veces las mezquindades humanas prevalecen y la necesidad de sacar a relucir unas pocas gotas de poder que configura la asimetría docente-alumno, hace que el maltrato y el desprecio tengan el protagonismo en detrimento de las posibilidades de aprender, y por supuesto, de la autoestima del educando. Deseo que en 2019 todo acto educativo sea amoroso y los haga libres.

También he leído sobre el amor en los procesos terapéuticos. Y como psicoterapeuta puedo afirmar que es un componente fundamental. Hay autores que definen la enfermedad mental como una forma de existencia patológica, básicamente, como una patología de la libertad. Me gusta esa forma de conceptualizar las psicopatologías, ya que si algo pierde quien las padece, es la libertad. Todas las alteraciones, desde un trastorno de ansiedad hasta un trastorno esquizofrénico, son limitantes. Si consideramos como indicador de salud mental, el protagonismo que una persona tiene en la toma de decisiones sobre su propia existencia, claramente la patología limita esa posibilidad. Cuando una fobia impide tomar un determinado camino, o asistir a una reunión, nos limita en nuestra libertad. Cuando en la depresión tenemos una visión negativa de nosotros mismos, del mundo y del futuro, limitamos nuestra libertad para vivir y disfrutar nuestras vivencias. Y así sucesivamente en cada caso. Por eso el rol del terapeuta, es contribuir en lo posible a la recuperación de la libertad.

Esta configuración podría replicarse en las relaciones de pareja, en las amistades, la familia, en todo vínculo y para cada tarea, cada profesión, cada oficio, para cada misión que encontremos o nos encuentre en esta vida.

Por supuesto que incluyo la maternidad y la paternidad, la crianza respetuosa de un ser humano por definición se orienta al desarrollo de la libertad y autonomía, pero que paradójicamente tanto nos cuesta a veces. Dejarlos crecer, dejarlos hacer, dejarlos ser, dejarlos equivocarse, dejarlos ir, es el mayor desafío en el que a veces necesitamos repetirnos a nosotros mismos como si fuese un mantra: …”que mi amor te haga libre” y no te asfixie, …”que mi amor te haga libre” pese a mis miedos, “que mi amor te haga libre” a tu manera, “que mi amor te haga libre” de mis creencias y expectativas, “que mi amor te haga libre” para amar.

[i]Garbarini, M. (2018)  Yo puedo solo. Con ilustraciones de CarolinaYuale. Editorial Le PecoreNere. Rosario