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martes 23 de abril del 2024

Meritocracia: ¿Cada uno tiene lo que se merece?

Hace un tiempo atrás, empezó a circular en Argentina una publicidad de una conocida marca de automóviles, en la cual el foco estaba puesto en el concepto de meritocracia.

En la publicidad se menciona reiteradamente que todo lo  que conseguimos en la vida es en función del esfuerzo que realizamos, y que por ende si nos lo proponemos podemos conseguir lo que anhelamos, cumplir nuestros objetivos y alcanzar nuestras metas. De acuerdo a esta postura todos los seres humanos tenemos las mismas posibilidades de llegar a logar lo que queremos. En consecuencia, el que no lo logra es porque no se esfuerza lo suficiente.

Estoy completamente convencida acerca del nivel de responsabilidad que tenemos los seres humanos ante las elecciones que realizamos en todos los aspectos de nuestra vida, afectivo, laboral, personal. Reflexiones del tipo: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros” y “el dolor no lo elegimos pero el sufrimiento es opcional” dejan ver que podemos elegir y de hecho siempre lo hacemos y de esas elecciones que condicionaran nuestra vida, debemos hacernos responsables.

El tema que surge como interrogante y  marca la diferencia entre una postura estrictamente meritócrata y una que no lo es, es si tenemos en cuenta o no, que no todos partimos desde los mismos lugares ni con las mismas condiciones, por ende con los mismos recursos. Y si bien tenemos la posibilidad de plantearnos metas y objetivos y esforzarnos por alcanzarlas, no arrancamos desde la misma base. Por ende, no todos tenemos las mismas oportunidades ante una misma situación, ni contamos con los mismos recursos ya sea psíquicos, intelectuales, emocionales, económicos y sociales.

Vale aclarar, que meritocracia se refiere en términos más generales, a la discriminación positiva por méritos. Las posiciones  son conquistadas con base en el mérito, y hay un predominio de valores asociados a la capacidad individual o al espíritu competitivo. Dicha posición es conquistada en base al merecimiento, en virtud, del talento, educación, competencia o aptitud específica para un determinado puesto de trabajo. El término fue acuñado por el sociólogo Michael Young  en 1958.

Desconocer las diferencias sociales, culturales y económicas en las cuales se cría  y educa una persona implica no registrar una cantidad importante de variables que están en juego en todo sujeto a la hora de elegir: su escala de valores, el modelo cultural en el que esta insertado, cuestiones éticas y morales, su autoestima, la confianza, y la seguridad que puede tener en sí mismo, los recursos económicos que posee para iniciar su camino, las ambiciones, aspiraciones, mandatos sociales, así como las personas más influyentes en su vida (padres, maestros, amigos familiares y educadores en general).

Es importante registrar el  punto de partida porque si bien no es determinante, (y ahí es donde entra el juego la responsabilidad y remitiéndonos a la publicidad citada, el mérito de cada uno) es condicionante, ya que todos traemos una mochila.

Conocer esa “mochila”,  saber qué de eso que “heredamos “(herencia simbólica, psicológica, económica, genética, cultural, etc.) nos sirve o no, nos facilita o nos entorpece el camino, qué podemos reelegir y qué deseamos dejar atrás, implica realizar un recorrido y trabajo de conocimiento personal en el cual la subjetividad ocupa un lugar de relevancia. Somos todos sujetos diferentes, con recursos y condiciones diferentes, con características que a veces nos allanan y a veces nos entorpecen el trayecto que deseamos realizar en la vida.

Somos pasado, presente y futuro, somos una suma de variables y lo fundamental es poder conocernos sin comparaciones, respetando la realidad de cada uno, el deseo de cada uno y claro está, lo que cada uno elija hacer con su propia vida más allá de los parámetros y mandatos sociales que desconocen la heterogeneidad y las diferencias subjetivas.

Si bien mucho de lo que hacemos responde al mérito y esfuerzo o trabajo  de cada uno, adhiero a una mirada un poco más amplia que  salga del concepto de “tú puedes” prefabricado y estandarizado, que no respeta ni valora las diferencias de cada individuo.

Sepamos bien de dónde venimos, que ésto nos permitirá comprender mejor qué queremos hacer, hacia donde queremos ir y cómo podemos hacerlo. Y no comparemos ni midamos logros y resultados  desde la homogeneidad que justamente no respeta lo heterogéneo y la diversidad que habita ésta sociedad.