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viernes 19 de abril del 2024

Los Lugares Comunes: un juego escénico de archivo con la mirada puesta en el amor

Las mariposas en la panza. El encuentro y el desencuentro. La despersonalización. La ansiedad y desesperación por el otro.  De todas esas esquinas arquetípicas del amor quiso hablar Felipe Haidar en el unipersonal Los Lugares Comunes, que escribió y protagoniza cada sábado de mayo a las 22 horas en el Teatro de La Manzana, de calle San Juan 1950. En diálogo con Rosario Nuestro, el dramaturgo ahondó en los detalles de un ovillo de historias que se desenreda sobre tablas.

El proyecto se gestó hace algunos años. Consciente del desafío, la idea de subirse solo al escenario sobrevolaba en la cabeza de Haidar y se largó a escribir el texto mientras llevaba adelante el grupo teatral Enjambre P. «Me parecía interesante hacer una obra de amor en esta época tan deshumanizada», lanza el director y resalta que el punto de partida del guión se basó en “mostrar los lugares comunes del amor, poder encontrar esas cosas que siempre nos pasan cuando nos enamoramos, pero de otra manera. Precisamente con otra mirada, corriéndonos de los lugares comunes”. Paradójicamente, en la redundancia las palabras no sobran.

La obra plantea un juego escénico a partir del concepto de archivo. El personaje recorre múltiples relatos para reconstruir la historia central: el desencuentro entre dos hombres que se aman pero que nunca logran estar juntos. En palabras del actor: “El protagonista consulta una especie de caja de archivo de la que saca pequeños objetos que le sirven para contar otras historias. De alguna manera funcionan como trampolín para poder reconstruir esa historia principal”.

A partir de ahí, la trama se desmadra y aparecen otras al interior de la narración madre: un hombre que conoce a otro con problemas de adicción en una plaza; un muchacho con pasado punk que no encaja con los cánones de moralidad socialmente impuestos; una mujer inmersa en una relación con un sujeto que la golpea. El dramaturgo admite que si bien la construcción de otros personajes está presente lo que marca el pulso es más bien la multiplicidad de relatos: «Se cuenta mucho», ilustra. El espectáculo está pensado- y ejecutado- también desde lo musical.

Felipe Haidar, como él mismo lo explica al final de la charla, sonoriza las escenas con un piano y una lupera y la soledad escénica se mitiga. Un recurso más de una propuesta teatral desafiante con la experiencia humana más potente, la del amor, como hilo conductor de historias.