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viernes 26 de abril del 2024

Lo que el amor no olvida

Por Nicolás Cánepa

Beatriz Liliana García tiene 57 años, nació el 2 de diciembre de 1959 en Rosario… y es mi mamá. Betty, para todos, es un ser único y especial para mí, sentimiento habitual para los que tuvieron la suerte, como yo, de tener una madre como ella.

En los últimos años, la vida nos puso a prueba. Mi mamá desarrolló una enfermedad mental, según explican los médicos, que posiblemente se trate de una demencia vascular tipo Alzheimer, algo que raramente ocurre a temprana edad como en su caso.

Esa enfermedad altera las capacidades del cerebro, lo va atrofiando y destruyéndolo poco a poco. La memoria, el juicio, el pensamiento, el lenguaje y el comportamiento se ven alterados por este maldito trastorno. Exactamente lo que le pasó a ella.

Por este motivo, la mujer que me dio la vida, necesita asistencia las 24 horas del día. Para cambiarse por las mañanas, para ir al baño, para sentarse a comer, para ponerse o sacarse un abrigo, para subir a un auto y para irse a dormir nuevamente. El bloqueo mental le borró millones de recuerdos y la perdió en tiempo y espacio. No sabe qué día es, qué hizo ayer y qué tiene que hacer mañana, tampoco en el mes y año en el que estamos, o por lo menos, no sabe explicarlo. No sabe expresarse ni tampoco comunicar lo que le pasa, lo que le duele, lo que la aqueja. Necesita de todos los cuidados que precisa un chico, porque su mente y comportamiento quedaron reducidos a eso: al juicio de un chico. Es una nena atrapada en un envase de mujer.

Sin embargo, la enfermedad no le afectó la parte física, por lo tanto puedo agradecer que mi amada madre no sufre riesgos de perder la vida. Y celebro que tengamos esa oportunidad, la posibilidad de tenerla, la posibilidad de que, a su forma, todavía me acompañe. La posibilidad de abrazarla, de darle un beso, de tomarla de la mano, de hacerle un chiste, de hacerla reír, de hacerla jugar y fundamentalmente, de recordarle todo el tiempo y las veces que sea necesario, de cuánto la amo y cuán importante es en mi vida.

Todavía puedo decir que tengo la suerte de verla venir corriendo desesperada y llorando a abrazarme, porque me extrañó, porque hacía mucho (días) que no me veía. Ya les dije, es como una nena, pero como una nena tierna y dulce, como es mi mamá, como siempre lo fue desde que nací. Ella no entiende que yo no estoy  porque trabajo, y al explicárselo, probablemente lo haya comprendido por segundos y luego lo olvide. Lo que no olvidó es que soy su hijo y que necesita verme, por eso ese trote torpe y desesperado para abrazarme. Por eso esas lágrimas acompañadas de un “te extrañé, te amo mucho”. Porque la enfermedad habrá atrofiado muchas cosas, pero con el amor de madre no pudo. Contra eso perdió. Eso no se olvida.

Sí, lamentablemente el trastorno que atraviesa me quitó otras cosas, se llevó y me sacó el consejo de madre, la chance de sentarme a hablar y que me siga el hilo de la conversación, detalles quizás tontos como que te prepare la comida, te ayude a buscar ropa o te indique adonde está o que te rete, porque eso también forma parte de una relación entre madre e hijo. El triste padecimiento hace que por momentos llore, proteste, sufra. Es una lucha, día a día.

Por supuesto no fui el único afectado por esta situación. Tengo tres hermanas y un papá de oro. Mis hermanas mayores, fueron madres de unos hermosos hijos, pero por esta situación que cambió la vida de nuestra familia, se convirtieron además en madres de mi mamá, de su propia mamá. Y la más chica de mis hermanas, sin haber dado a luz todavía, es otra grandísima mamá. Cuida de todos como si lo hubiera hecho toda la vida, como si hubiera nacido para eso. Ellas tres no son simples madres, son las mejores  que conozco!. Y las voy a saludar en su día.

Este domingo, el día de la madre, nuestra mamá probablemente no lo entienda o no se dé cuenta. Sí probablemente la pase bien, porque van a estar sus nietos y todos sus hijos para recodarle lo que la amamos. O quizás no, quizás no tenga un buen día, porque de eso se trata la enfermedad. Y sólo nosotros, el círculo cercano o personas que pasen por lo mismo, sabemos lo difícil que es, cuánto te afecta, cuánto te cambia el estilo de vida.

En este día especial quería dedicarle estas palabras y contar la historia. Con el objetivo de que quien la lea, entienda lo vital que es ese abrazo, ese beso, esa palmada en la espalda, esa felicitación, ese reto, ese tirón de oreja, ese consejo, esa advertencia…..

Que recuerden lo importante que es una madre. Yo celebro, porque la tengo, a su manera, sí, a su manera, pero ahí está, y agradezco todos los días por eso.

Si ella leyera esto,  se emocionaría, y, aunque sin comprenderlo del todo, percibiría de que se trata el amor de un hijo a una madre y viceversa. Y sí, también existe la posibilidad de que al rato lo olvide, de que al, rato no lo recuerde, o quizás no, ojalá que no.

Pero si pasa, MAMÁ, si después te olvidás, no importa. Poder vivir con vos ese momento es único y sí lo olvidás o no lo entendés, quedate tranquila que yo no voy a olvidarlo mami, yo no.