Emilio Alejandro Pagliano estaba en la cocina del desarmadero de Cervantes al 700 —Villa Gobernador Gálvez—cuando vio llegar a los pistoleros. Se preparaba para almorzar con su papá y su hermano, pero no llegó a probar bocado. Los dos recién llegados le gatillaron trece trece plomos que se le incrustaron en diferentes sectores del cuerpo. Karasay —así le decían a la víctima— cayó al piso y ya no se levantó.
Sus familiares lo cargaron en un auto y lo llevaron al hospital Roque Sáenz Peña, pero los médicos no pudieron hacer nada, su cuadro clínico era irreversible.
La escena del crimen fue peritada por investigadores de la Policía de Investigaciones. Ellos recogieron 13 vainas calibre 9 milímetros en el lugar. También entrevistaron al padre del muerto, pero él no pudo aportar datos que permitan individualizar a los sicarios. Lo que si dejó en claro es que los pistoleros no robaron nada. Llegaron, tiraron y se fueron.
El esclarecimiento del crimen está a cargo del jefe de los fiscales de Homicidios Dolosos, Adrián Spelta.
Problemas con los Patrones
A Karasay los investigadores llevaban largo tiempo contándole las costillas. «Ahí, donde lo mataron, hicimos un allanamiento en hace un par de semanas. Teníamos la teoría de que movía droga, pero no encontramos datos para probarlo», aseguró este vocero.
Según lo que explicó esa misma fuente, el Pagliano vivió durante muchos años en barrio Tablada, en una casa de Esmeralda al 4000 que fue baleada a comienzos de 2018 en varias ocasiones. Ellos creen que estos ataques formaron parte de una serie de amedrentamientos, que también incluyeron el incendio de un bunker que funcionaba en Centeno al 100 bis. Estos ataques habrían provocado que Emilio Alejandro pasara una breve temporada en el sur del país.
«Este tipo tenía varios negocios vinculados al transporte y, por motivos que no tenemos claros, tuvo problemas con gente muy pesada. Creemos que el homicidio está estrechamente relacionado con eso», cerró este vocero.
