16°
jueves 25 de abril del 2024

La revolución de las mujeres

Si pudiésemos viajar en el tiempo, visitar el futuro nos permitiría dimensionar la magnitud de la transformación social que estamos viviendo. En el aquí y ahora tal vez no nos demos cuenta de que estamos siendo testigos de una nueva revolución social, la Revolución de las Mujeres.

Imagino que las próximas generaciones, leerán en los libros de historia que en Argentina, un 11 de diciembre de 2018, las mujeres hicieron escuchar sus voces con una contundencia sin precedentes, ya que si bien sus movimientos políticos venían gestándose desde hace más de un siglo, recién entre 2017 y 2018 la población mundial estuvo preparada para poder escucharlas, conformando el contexto habilitante de las transformaciones emergentes.

Imaginemos un relato futuro de conmemoración a la sororidad del día de “Mirá como nos ponemos

Cuenta la historia que antes de aquel memorable año, las mujeres (y las personas que vivenciaran lo que en aquel entonces se entendía como disidencias sexuales respecto de la normas sexo afectivas de la época en materia de identidad y orientación sexual, así como de los modos de vincularse sexo afectivamente) solían ser blanco de acosos y abusos sexuales, violencia y discriminación basada en el género, sometidas por el silencio que protegía a quienes los perpetraban en función de una lógica de asimetrías en la distribución del poder socio-económico-político (patriarcado) que siendo sostenida tanto por los varones como por las propias mujeres, confería a los varones cis-género heterosexuales, y preferentemente a los blancos y de clase media o alta,  una primacía incuestionable por sobre las mujeres o personas de otros géneros, habilitándolos para todo tipo de maltrato, abuso y cosificación como si fuesen un objeto más de su pertenencia. Esa lógica de circulación de poder, impedía a las mujeres, niñas, niños y personas de todas las diversidades sexuales, identificarse y por lo tanto, ser reconocidas por la sociedad en su conjunto, como sujetos de Derecho.

Los Derechos Humanos, y dentro de ellos, los Derechos Sexuales, no se les reconocían plenamente hasta aquel día en que una mujer actriz, decidió denunciar un hecho de abuso que había sufrido hacía varios años y dar a conocer su denuncia a viva voz, contenida por la sororidad (solidaridad entre mujeres) de sus colegas, lo cual provocó una catarata de denuncias de otras miles de mujeres que como ella, habían callado su dolor por vergüenza, miedo, y/o en la convicción de que si hablaban no les iban a creer, o lo que es peor, aunque les creyeran esa vivencia no iba a importar ni a tener consecuencias.

Es fácil comprender el nivel de naturalización de la violencia de género que experimentaba esa sociedad, para que las mujeres desistieran de toda acción en su defensa. La indefensión aprendida, se transmitía de generación en generación, basada en la replicación de la vivencia de que no importaba lo que hicieran o dijeran, siempre saldrían perdiendo de esas situaciones por la impunidad garantizada a los varones. El mensaje de una mujer a las nuevas generaciones era de miedo, vergüenza y culpa, como únicos aunque inadecuados factores de protección, transmitidos en expresiones como: cuidado cómo te vestís, no provoques a los hombres que no se pueden contener, si vas a solas a casa de un varón, cómo no va a violarte?, algo habrás hecho para excitarlo, si tenés muchas parejas sexuales –no siendo varón- no te podes quejar de un abuso, si vivis libremente tu sexualidad no pretendas que te respeten, si pasó es porque no fuiste clara en el no, no pusiste énfasis en negarte, no supiste defenderte, podrías haber salido corriendo, podrías haberle pegado, gritado, podrías haber hablado antes, si te quedaste aguántatela, si te gusta el sexo de qué te quejas, si fueras una mujer decente esto no te hubiera pasado, en ese ambiente esas son las reglas, esa clase de mujeres no merecen mi consideración, de qué se queja si es una trola?, estuvo con 20 tipos y se hace la delicada porque justo con ese no quería? Etc. etc. etc. etc. etc. La lista es interminable…

A partir de aquel diciembre, el aluvión de denuncias continuó, centenares de llamados diarios a las líneas de atención (anónima) se sumaron a las realizadas mediáticamente, aunque muchos varones aferrados a sus obsoletos privilegios, salieron a decir que las mujeres exponían su intimidad, dolor e impotencia sólo por ganar “pantalla” – forma de referirse a la fama, que en aquel entonces se asociaba a la televisión como medio de difusión masiva audiovisual- como expresión de los últimos intentos desahuciados de negar la realidad.

Los machirulos de rancia extirpe, sin siquiera intentar entender nada, llenaron sus grupos y redes sociales de afirmaciones del orden de “ahora se quejan de los abusos sexuales, bien que aceptaban – groserías irreproducibles – para lograr sus trabajos!” sin darse cuenta, que aunen ese caso no hacían más que ratificar la inmunda y abusiva lógica que obligaba a muchas mujeres a acceder al sometimiento sexual por parte del varón que detentara el poder, como única vía para tener una oportunidad que debió disponer sin necesidad de tales condiciones, lo cual en el universo de hegemonía masculino/machista no existía como posibilidad.

Fue necesario desactivar todos y cada uno de los micromachismos cotidianos que desde el discurso hasta la acción, sustentaban el modelo patriarcal, para poder alcanzar la equidad de géneros que hoy damos por sentada. A partir de entonces comenzó a tener vigencia la validez del “NO” como recurso discursivo para expresar la negativa o la falta de consentimiento respecto a una acción. Aunque parezca absurdo, la sociedad requirió de una fuerte campaña para reforzar el concepto de que “NO es NO”, ya que por alguna extraña razón hasta ese momento, los varones abusadores eludían su responsabilidad argumentando que haber decodificado el “NO” como un “” encubierto, y lejos de parecer ridícula la justificación les resultaba plausible.

Finalmente, luego de largas décadas de acción del movimiento feminista,  de la sororidad que a nivel mundial generó una fuerte red de contención entre mujeres y sexualidades disidentes, y de la implementación masiva de programas de Educación Sexual Integral, otrora fuertemente resistidos también por la misma sociedad opresora de los derechos más elementales; el patriarcado se fue debilitando hasta el día de hoy, en el que apenas subsiste en algunos ejemplares como vestigios de lo que fue, como otras, una triste y cruenta etapa en la historia de la humanidad.

Es mi deseo que un día este discurso ficcional sea realidad, para el futuro, para el 2019 y para todos los años por venir, para todas las personas que habitan esta Tierra y en particular, por qué no decirlo, para mis hijas.