16°
jueves 25 de abril del 2024

La racionalidad de nuestros actos

En estos días hemos sido sacudidos por el atentado terrorista de Manhattan que involucra a un grupo de jóvenes rosarinos que se encontraba en esa ciudad visitando  y festejando los 30 años de su graduación.
Inmediatamente nos surge una serie de preguntas sin respuestas, como por ejemplo: ¿Y si yo hubiera estado entre ellos? ¿Qué medida de prudencia podría haber tomado en esas circunstancias para evitar la tragedia? ¿Tiene alguna racionalidad un hecho de estas características? ¿Por qué nos pasó a nosotros, los argentinos, que nunca hemos participado de estos conflictos con raíces religiosas?
Inmediatamente nos surge la pregunta: ¿La conducta de los seres humanos responde a imperativos racionales o somos seres básicamente irracionales?
Darnos una respuesta a este interrogante puede ser algo enriquecedor para nuestro autoconocimiento y puede ayudar a entender muchas de las decisiones que tomamos diariamente.
Desde que nos levantamos decidimos miles de cuestiones de poca trascendencia: ¿Qué ropa nos ponemos? ¿Qué desayunamos? ¿Cómo nos organizamos en el día de hoy para poder hacer todas las cosas que queremos? ¿Tomamos un colectivo, vamos en taxi o sacamos nuestro vehículo?
Me gustaría desafiar a los lectores a que busquemos respuestas a estas preguntas y comprobaremos que la mayoría de estos temas los resolvemos sin pensar, sin utilizar la capacidad de razonamiento que tiene nuestro cerebro.
Entonces debemos convenir que si bien somos seres con capacidad raciocinio, en realidad la mayoría de las decisiones que tomamos cotidianamente son de carácter emocional.
No nos debe sorprender que un ser humano a miles de kilómetros de nuestra ciudad decida en forma absolutamente irracional lanzar su vehículo sobre decenas de personas que paseaban desprevenidas por esa bicisenda de Nueva York ocasionando una terrible desgracia, imposible de prever e imposible de entender.
A esto estamos expuestos los seres humanos. Al dominio de las emociones y a la irracionalidad, y por lo tanto, podemos decir que el comportamiento humano tiene una alta dosis de imprevisibilidad, lo que dificulta la aplicación de medidas de prevención y control.
Solamente la educación y el dominio de los valores morales superiores puede impedir que actuemos como salvajes y que nosotros mismos tengamos un marco de contención mental para nuestros actos.
No nos resignemos. No nos rindamos. Defendamos a la especie humana mediante la aplicación de límites morales y educativos. No somos bestias ni debemos permitir que los salvajes dirijan nuestras vidas.