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viernes 26 de abril del 2024

Imanol Arias: «Argentina es un país al que le debo mucho»

El sol pega fuerte en el cemento del imponente complejo del casino. La opulencia del hall desaparece al pasar a la pequeña sala donde priman los naranjas y la madera oscura. La calidez de afuera se traslada al interior de ese espacio por los reflectores que están todos encendidos. Cuando irrumpe todos están distarídos : «Hola, soy Luis Luque, soy actor» pronuncia esa frase antes de ingresar. Enérgico, emprende el diálogo a la espera de sus compañeros de «Retiro voluntario», la película que los trae de visita por Rosario.

«¿Cuál era ese hotel que quedaba enfrente de una plaza?» pregunta con insistencia. Y consigue la respuesta. Enseguida empieza a contar anécdotas de la célebre «Tiempo de valientes» de Damián Szifrón, al que define como «un genio», que protagonizara junto a Diego Peretti. En esa breve introducción confiesa que ni él ni Peretti tenían confianza en una de las escenas memorables de la película: la del payaso Plim Plim. La charla ya es un hecho cuando finalmente se hacen presente Imanol Arias y Lucas Figueroa, compañero y director del filme que se estrena el jueves respectivamente.

El calor del recinto va en ascenso, igual que la atmósfera de amistad  que transmiten entre los integrantes de este trío, quienes no paran de hacer bromas durante lo que dura la conversación. «La pasamos muy mal en el rodaje. Retiro voluntario es una comedia de acción que parte de una premisa muy simple: dar mal una dirección, de lo que se genera una bola de nieve». Es Figueroa, vestido con una remera alusiva al filme (con la cara de Arias estampada y una frase) el encargado dar las primeras pistas de la obra, que también escribió.

«Hace una exploración sobre la etimología de las malas palabras«, explica el guionista sobre el thriller que se rodó entre Madrid y Buenos Aires. Y eso aclara las palabras inmortalizadas en su prenda color negro, graciosas pero no menos irreproducibles. «La comedia hace de contenedor. Es un soporte para hablar de otras cosas, como las estructuras laborales de la globalización en las que no se sabe quién toma las decisiones», argumenta frente a la interrogación de Rosario Nuestro sobre la presencia de los despidos como elementos narrativos en la historia.

Arias, a quien se le notan en la recurrente tos los cigarrillos tantas veces pitados en pantalla, explica que su personaje es un extranjero que «tras una mala experiencia se ve obligado a rearmar su vida en una ciudad muy compleja a la que intenta adaptarse», dice para luego poner el eje en su amor por Argentina: «Le debo mucho a este país a nivel satisfacción. He aprendido a quereos y respetaros. Hay mucho amigo acá», continúa.

Por su parte, Luque, quien habla tan rápido que cuesta seguirlo cuenta que al momento de recibir el guión «estaba en Bogotá. Fue mi mujer la que lo leyó. Ella siempre lee todos los libros antes que yo. Cuando llegué al set me di cuenta que no me había equivocado» y resalta la intuición que lo condujo a aceptar el trabajo. «Yo soy caos», prosigue moviendo las manos, en una de cuyas muñecas sobresale la muñequera negra con tachas estilo punk. Pero admite que se deja encausar por el «director de orquesta» en ocasión de encarar un papel.

Sin embargo, Figueroa desmiente esa autodefinición del protagonista del filme de Capusotto a quien califica como «milimétrico». El mismo adjetivo le cabe al español quien «además de ser extremadamente técnico sabe todo lo que pasa en el rodaje». «Son mis hermanos», prosigue el director, un vínculo que subraya a lo largo de todo su relato.

Empero, todos coinciden en que no hay abusos que se deriven de esa estrecha amistad a la hora de desarrollar un proyecto. «Todos sabemos que no hay licencias», culmina Arias, el más serio de los tres. Y la apuesta por las bromas sube hasta que abandonan el caluroso salón.