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sábado 20 de abril del 2024

«Hacemos teatro para ser mejores personas»

El taller transitorio está emplazado exactamente donde funcionaba el histórico bar «Paco Tío», al fondo de la galería. Su condición temporal de ninguna manera anula la fascinación que generan los muñecos que allí descansan. Hay cuatro pintados en tonos azules en sus rostros y vestimenta, ubicados en un pliegue de la pared central, y un ángel suspendido entre hilos, que llaman particularmente la atención. «Son para la película de Néstor Zapata«, cuenta Carlos y explica que esa es la excusa por la que se encuentra trabajando en ese espacio, además de la presentación del espectáculo «El Duende Sombrerudo» que ya lleva más de tres décadas recorriendo escenarios.

«Son 15, pero entran todos acá», dice señalando la valija de la que empieza a sacar los títeres, que enseguida cobran vida y desencadenan las carcajadas de los presentes. Carlos es Carlos Schwaderer. Nacido en Zapallar, hoy General San Martín, en la provincia de Chaco. Para él, el teatro empezó como un juego, una manera de «vencer la timidez» que lo invadía en épocas adolescentes.

En un momento de esa pubertad retraída reparó en lo poderoso de la técnica teatral para relacionarse con sus pares y se dio cuenta también de los innegables beneficios de la actuación para establecer vínculos con el sexo opuesto, algo que le costaba mucho.

Carlos y su compañero Jorge «el colorado» Carrara, quien también está en plena elaboración de muñecos para el filme de Zapata en el taller que pronto desaparecerá, cuentan que el ex presidente Fernando De la Rúa les otorgó «una beca» para irse a vivir a España, donde residen desde 2002.  Ambos están convencidos: » Los tiempos de crisis nos persiguen», afirman casi al unísono.

Schwaderer pasó gran parte de su vida en Rosario. Es uno de los artífices del colectivo teatral «El sauco», al que también perteneció el reconocido actor Luis Machín. Con un acento en el que se cuelan los 14 años en la Madre Patria, detalla que durante la dictadura cívico-militar del ’76 formó parte con varios colegas de la llamada«resistencia cultural».

«Recorríamos todo el país tratando de acercar el teatro a los sectores más vulnerables», entre los que recuerda especialmente «a los tobas en el Chaco, y a las familias trabajadoras de las tabacaleras de Corrientes». Etapa que describe como un inagotable aprendizaje: «El teatro los hacía pensar, interpelar el presente, y eso a los políticos no les gusta», afirma, mientras aumenta el brillo de su mirada.

Durante la estadía en tierras capitalinas del río de La Plata allá por los 70, el marionetista tuvo como principal maestro al fundador del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín y creador del psicodrama, Ariel Bufano. Carlos está seguro:»Los muñecos son un vehículo mucho más eficaz» que la actuación directa para llegar al público.

Pero Carlos es mucho más que un medio para manipular juguetes. Es, incluso, mucho más que un actor. Él cree no sólo en la capacidad terapéutica del teatro sino en su cualidad de servicio social; en la posibilidad que implica para transformar la realidad: «Hacemos teatro para ser mejores personas», dice para luego despedirse.