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jueves 25 de abril del 2024

Gracias a la vida

Cleopatra, Marilyn Monroe, René Favaloro, Ernest Hemingway, Vincent Van Gogh,Violeta Parra, entre otros, tienen en común que todos ellos son famosos y se quitaron la vida suicidándose. Por supuesto que es una lista al azar que podría ser completada con cien nombres más lo que seguramente sería tedioso para el lector. Escribíamos hace unos días que la década infame de los años treinta trajo, entre otras calamidades, la irrupción de las familias mafiosas que transformaron a Rosario en la llamada “Chicago argentina”.

Y otro fenómeno insólito fue la inmensa cantidad de suicidios que se produjeron por entonces. En la ciudad de Buenos Aires en 1932 se batieron todos los récords: 627 suicidios y 365 intentos. Números que dan escalofríos, pero que a la intuición discepoleana le hicieron pensar en una temática tanguera que tuviera como principal protagonista al suicidio. Y así nació la idea de “cachá el bufoso y chau ,vamo’a dormir”. Nada más y nada menos que su tango “Tres esperanzas” que abunda en genialidades como “pa’que seguir así padeciendo a lo faquir” o “me he vuelto pa’mirar y el pasaome ha hecho reír”, para rematarlo con el llamado al bufoso . El tango se estrena en 1933 en la comedia “Wunder Bar” y lo cantan varios intérpretes, entre ellos Tania, la esposa de Enrique. Curiosamente, Gardel, que había grabado un tema menor que le pertenecía al poeta como “Sueño de juventud”, no lo hace con “Tres esperanzas”, pese a que el zorzal permanece en Buenos Aires hasta noviembre de 1933 en que emprenderá su viaje sin retorno.

Entre los suicidios llevados a cabo en los años treinta en nuestro país rescatamos cuatro de ellos por la trascendencia de los desdichados que tomaron esta cruel determinación. Comenzamos por Horacio Quiroga , el padre del cuento en el Río de la Plata, algunos de los cuales podrían haber sido firmado por Edgar Allan Poe, como “La gallina degollada” por citar solo alguno entre tantos. El autor de “Cuentos de la Selva” y de “Cuentos de amor, de locura y de muerte” toma la trágica decisión al conocer la imposibilidad de seguir luchando contra un cáncer prostático y en presencia de un amigo circunstancial, también internado en el Hospital de Clínicas de la Capital Federal, se toma un vaso con arsénico provocándose una muerte horrible.

Uno de los personajes mas nefastos de aquella década del treinta fue el escritor Leopoldo Lugones, inspirador del golpe de estado que derrocó al gobierno democrático de don Hipólito Irigoyen el 6 de septiembre de 1930 con su célebre frase dirigida a los militares: “Ha llegado la hora de la espada”. Su propio hijo, que era comisario,estaba dispuesto a denunciarlo penalmente por una relación adulterina que mantenía con una precoz pariente femenina. Eran años en que el adulterio estaba castigado en el Código Penal y, despreciado hasta por sus familiares y amigos, se tomó un cóctel de whisky y arsénico en una isla del Tigre quitándose la vida.

En el tercer caso de aquellos suicidios de los años treinta nos encontramos con la poetiza suiza pero bien nuestra que fue Alfonsina Storni, quien a comienzos del siglo XX vivió en nuestra ciudad y ayudó a su padre en el almacén y despacho de comidas que se ubicaba en la rosarina esquina de Mendoza y Constitución . Se convirtió en una de las plumas poéticas de mayor vuelo que tuvimos hasta tal punto de que hay quienes consideran el contenido de sus letras a la altura de su colega chilena Gabriela Mistral, la única de estas tierras latinas en obtener el Premio Nobel. Presa de un hondo cuadro depresivo, ocasionado quizás por padecer un cáncer que ya le había quitado uno de sus senos, se internó en las aguas marplatenses y su cuerpo fue devuelto en las proximidades de la playa La Perla en la zona norte de la ciudad feliz.

Finalmente llegamos a Lisandro de la Torre, sinónimo de la decencia republicana y democrática que supo escapar a todas las tentaciones que la vida pública le tendió y con justicia fue considerado el Fiscal de la Patria. Desde el Senado, pronunció denuncias contundentes de peculados hasta que finalmente, abrumado quizás por las deudas, se pegó un tiro en el corazón la noche de Reyes de 1939.

Son diez los suicidas mencionados en este artículo. Cada uno de ellos tuvo su motivación para tomar la desdichada decisión de apagar la vida por su propia mano. Quizás el caso mas incomprensible e imperdonable sea el de la chilena que proclamó «gracias a la vida que me ha dado tanto», y en menos de un año se mataba de un balazo en la sien. Por su parte, Alfonsina habría tenido quizás un romance con Horacio Quiroga y a su muerte escribe una real apología del suicidio como si lo envidiara y como si adelantara la decisión que iba a tomar ella al poco tiempo en Mar del Plata: «Morir como tú, Horacio, en tus cabales, y así como en tus cuentos, no está mal. Un rayo a tiempo y se acabó la feria. Mas pudre el miedo, Horacio, que la muerte”. Discepolín escribió con menos vuelo poético en Tres esperanzas “cachá el bufoso y chau vamo a dormir”.