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viernes 19 de abril del 2024

Estremecedor relato: «Tenemos tres madres amenazadas por los narcos»

La semana pasada, centenares de personas se movilizaron al Concejo bajo la consigna Ni un pibe menos por la droga. Betina Zubeldía, de la organización Madres Territoriales contra las Drogas, que nuclea a personas con hijos atravesados por el consumo en Rosario y alrededores, fue una de las organizadoras de la masiva marcha que reclamó la presencia del Estado para contener a los jóvenes y familias que transitan la problemática. Después de la manifestación, la mujer habló con Eduardo Conforti al aire del programa El diario de mañana por Radio Mitre Rosario y apuntó a la necesidad de atención y a la falta de medidas e instituciones en la ciudad para resolver el problema.

En ese marco, Zubeldía aclaró: «Estamos pidiendo atención para todos los jóvenes que están pasando por un momento de consumo problemático y que no tienen un espacio de contención, sobre todo, en los momentos de crisis. Buscamos que no los deriven a un psiquiátrico donde los vuelven a medicar y cuando se les pasa, porque los tienen durmiendo dos tres días, nos dicen ‘bueno ya está, lléveselo’. Queremos visibilizar es que hay muchas instancias para una persona que consume. Todos somos consumidores, pero algunos no pueden controlar ese consumo y entonces se enferman. En las etapas de crisis las familias no tienen contención . Como es un problema de salud, debería haber una contención en los hospitales polivalentes».

En ese sentido, continuó: «Cuando un pibe, una piba, un adulto o un joven está con una crisis, tendríamos que llamar al Sies para que lo puedan trasladar a un efector público, que debería tener un equipo interdisciplinario de salud mental para que lo pueda evaluar. Eso no ocurre en Rosario. Tampoco en los hospitales privados, con las personas que tienen obra social. Porque no nos equivoquemos en pensar que esta enfermedad solamente ataca a quienes viven en las zonas más pobres. Esto es una pandemia, que atraviesa a todas las clases sociales».

Por otra parte, la mujer contó que a diario, en la organización de la que forma parte, reciben decenas de llamados de familiares con chicos en situaciones problemáticas. «Nos llama muchísima gente para saber qué hacer en casos de crisis. Y nosotras siempre les decimos que llamen al 911 y al Sies. Al 911, porque la persona debe ser trasladada para evitar que se haga daño y le haga daño a otros, y al Sies, porque tienen que velar por su integridad física y su salud. El problema es que, frente a un llamado de alguien con una crisis, no van, cuando en el Código Civil y Comercial establece en el artículo 42 que sí lo deben hacer, que tienen la obligación de trasladar a esa persona».

Además, relató los angustiosos pasos por los que deben transitar las mamás: «Por esta situación,  las madres tenemos que ir a Tribunales a pedir una ‘protección de persona’. A veces nos tenemos que pasar todo un día ahí para que manden un médico legal que establezca si el chico tiene criterio de internación. Después de todo un día que el pibe ya consumió y ya se le pasó, aparece el médico y dice: ‘No, este pibe no tiene criterio de internación porque está ubicado en tiempo y espacio’. El consumo tiene un efecto que dura unas horas, después viene la clama, pero eso no quiere decir que el chico deje de consumir cuando hablamos de una persona adicta».

«Queremos que haya articulación. Lo que pedimos en la marcha Ni un pibe menos por la droga, donde fueron hasta madres que ya perdieron a sus hijos, es lo que nos corresponde por ley, que es una atención a la salud. Todos los años hay 30 o 40 drogas nuevas. En Buenos Aires, la droga es el paco; en Rosario casi no hay. Pero he estado con familias que me contaron que los chicos se robaban las garrafas y se drogaban con el gas».

Más adelante,  el relato de Zubeldía se recrudeció. «En Rosario y alrededores, no existen más los búnkers. Ahora, debido a esta situación económica y social tan dura, hay otras formas de distribución. Vimos con las madres que muchas familias aceptan que los pibitos (sic) comercialicen con estupefacientes. Lo que antes eran búnkers, hoy son casas de familia. A los pibes les pagan para que baleen las casas, muchas veces, gente desde las cárceles. Muchos pibes, incluso, se ‘toman’ los pedidos porque son pibes que consumen, que endeudan a sus familias».

Por otra parte, apuntó contra las instituciones penitenciarias y afirmó que «hay mucha droga dentro de las cárceles. Tiene que haber un control . Los chicos que caen en las cárceles consumen más que afuera. eso no se puede escapar, es algo muy grueso, como para que se escape de la institución carcelaria».

Avanzado el diálogo, Betina Zubeldía, reveló que en el seno de la entidad a la que pertenece existen mujeres amenazadas. «Tenemos tres madres amenazadas por los narcos y, sin embargo, las instituciones se toman todo el tiempo del mundo para poder actuar. Uno de esos casos es el de una joven de 26 años, estudiante de abogacía, que trabajaba en Tribunales, con una madre empresaria… una chica con futuro que en una semana cambió de actitud: dejó la facultad, el trabajo y al novio de hacía cinco años y de un día para el otro le dijo a la madre ‘me voy'».

Al respecto, se explayó: «Se fue con un narco, que la encerraba, le daba droga, no sabíamos si la prostituía… Fuimos a pedir ayuda, hicimos una ‘protección de persona’ y nos enteramos que estaba embarazada de su novio anterior. Por eso, fuimos a pedir una nueva ‘protección de persona’ para que la atendieran durante su embarazo. A pesar de que tenía el mejor plan de una obra social, el director del Hopital Español nos dijo que no iba a atenderla porque era una adicta y tenía que ir a un psiquiátrico. La ley prohíbe que una persona adicta sea derivada a un psiquiátrico».

Sobre el final de la charla, la mujer reflexionó: «Esta sociedad tan consumista hace que los pibes no puedan ser felices con lo que tienen, con los que les tocó y empiezan a buscar otras formas para poder salirse de la realidad, como es el consumo salvaje que estamos viviendo».

Para despedirse, Zubeldía renovó su pedido: «Reclamamos al Estado que haya prevención en los colegios, en las calles; atención al adicto y al grupo familiar y en los barrios más carenciados. Que sepamos hacia dónde dirigirnos, sobre todo esas familias que están tan vulneradas, que no saben cuál es la línea entre el bien y el mal».