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miercoles 24 de abril del 2024

Enamorarse y amar o… amar enamorarse?

Enamorarse y amar

El enamoramiento, es un estado muy agradable por cierto, en el cual se idealiza al objeto de nuestro interés, sobre el cual se proyecta ese ideal que construimos en nuestra mente respecto a lo que imaginamos y deseamos que esa persona sea, lo cual indefectiblemente difiere de lo que la persona realmente es, aunque ciertos rasgos y atributos puedan estar acertados. El estado de enamoramiento implica una exaltación del estado de ánimo, un incremento de la motivación, de la voluntad, prácticamente una sensación de euforia que emula ciertos cuadros psicopatológicos de manía, entre otras cosas porque la dopamina (DA) a nivel de las vías mesolímbicas cerebrales, está aumentada en ambos casos (en el enamoramiento y en los accesos de manía). Pero ese estado no es eterno, y cuando cesa es cuando realmente vemos al otro tal cual es, y es entonces cuando comenzamos a construir una relación de amor, o cuando damos por finalizado el vínculo.

El amor se construye, para lo cual se requiere la aceptación del otro, y una decisión que se sostenga mediante un mínimo nivel de compromiso que permita seguir adelante haciendo los ajustes necesarios para que el proyecto de pareja prospere. A esto me refiero cuando hablo de enamorarse y amar. Si esa decisión se renueva día tras día, la relación puede permanecer en el tiempo, e incluso uno puede volver a enamorarse una y otra vez de la misma persona, cuando luego de cada crisis redescubrimos esas cosas que nos hacen volver a elegirla/o.

Amar enamorarse

Algo muy diferente es amar el estado de estar enamorados. El enamoramiento, como todo lo que genera placer (y activa el haz de la recompensa dopaminérgico en el cerebro), es susceptible de volverse adictivo. Muchos adultos en apariencia reticentes al compromiso, en verdad no toleran no estar enamorados y se transforman en “monógamos seriales” es decir, sostienen fuertes y apasionados vínculos de exclusividad sexual en estado de enamoramiento, pero cuando éste se desvanece, abandonan esa relación en busca de reencontrarse con “las cosquillas en la panza” nuevamente.

Otros amantes del enamoramiento en cambio, optan por la infidelidad. Decididos y comprometidos hasta cierto punto en un proyecto de pareja a largo plazo, buscan la euforia del enamoramiento en la seducción continua y el establecimiento de nuevos lazos sexo afectivos que además cuentan con el plus de “adrenalina” que otorga la clandestinidad…Desde el mítico relato bíblico de Adán y Eva en adelante, lo sabemos, lo prohibido atrae… y excita.

Infieles…somos o estamos?

Solemos preguntar si una persona es fiel o es infiel, como si la fidelidad/infidelidad fuese un rasgo o atributo permanente de la personalidad. En verdad, adhiero con las teorías de algunos autores que hablan de la infidelidad como un estado, y no como una manera de ser.

Aquí es importante entender la calificación de “egosintónico” o “egodistónico” aplicables a una idea por ejemplo. Decimos que una idea es egosintónica, cuando está en sintonía con nuestro yo, cuando la sentimos afín a nosotros mismos, con la que nos identificamos en un momento determinado. Por el contrario, decimos que una idea es egodistónica, cuando entra en contradicción con nuestro yo, con nuestros principios, valores, y no concuerda en ese momento con nuestra identidad narrativa, es decir, con el relato que responde a la pregunta de quién soy.

Una persona puede estar en un comportamiento de infidelidad y éste resultarle egodistónico, lo cual le generará contrariedad, culpa, ansiedad y angustia. Así como otras en cambio pueden sentirse “como pez en el agua” si esa actividad les resulta egosintónica en ese momento de su vida.

De la misma manera, la fidelidad sexual hacia una pareja puede resultar egodistónica, ya que tal vez la persona no está siendo fiel a sí misma o a sus propios sentimientos, deseos, principios o creencias respecto a la vida, el amor, la sexualidad, etc. y generar por tanto padecimiento subjetivo, o por el contrario, pese a registrar atracción sexual por otras personas, a alguien puede resultarle egosintónica la fidelidad y sentirse segura y feliz en ella.

La percepción de la fidelidad/infidelidad como egosintónica o egodistónica, puede variar a lo largo de la vida incluso para una misma persona, en función de las circunstancias y de las transformaciones que producen la madurez y las experiencias vividas en cada caso.

Diferentes tipos de infidelidad según su duración y función:

Circunstanciales: breves, ocasionales, pueden ser incluso producto de un abuso de alcohol, y suelen darse con personas desconocidas de quienes a veces ni siquiera importa el nombre.

De conquista: suelen ser las resultantes de un desafío personal, al modo de un trofeo, un logro. Están relacionadas con la necesidad de afirmarse, de fortalecer la autoestima. Es una demostración (en general para sí) de que la persona aún es capaz de seducir.

De enojo: Muchas veces es la forma que la persona encuentra de expresar su ira con la pareja, cuando se siente dolida, indignada, enojada por la desatención o descalificación de su pareja.

De revancha: A veces ante el descubrimiento de una infidelidad de la pareja, la “revancha” o la venganza es percibida como el único camino para lograr un cierto resarcimiento emocional por el dolor provocado por la defraudación del engaño. No obstante, lejos de ser un camino sanador, suele ser fuente de malestar y mayor perturbación para quien lo practica y para el sistema que constituye la pareja.  Pero aun así es una causa frecuente.

Pre divorcio: En muchos casos la infidelidad es un signo de la crisis que atraviesa una pareja. Algunas veces, si la relación tiene otras fortalezas, la toma de consciencia de esa crisis puede significar una oportunidad para modificar lo necesario para seguir adelante y fortalecidos. Pero otras, es la antesala del fin. Muchas parejas se exponen casi con alevosía en su infidelidad, como forma de detonar un desenlace que no se animan a afrontar de otra manera.

De mantenimiento: Aunque cueste creerlo, muchos triángulos amorosos funcionan porque existe el tercero o la tercera, ya que por carencias en el vínculo u otro tipo de dificultades, esa triangulación hace posible el sostenimiento del proyecto de pareja a lo largo del tiempo. Gran parte de las veces hay una aceptación tácita o explícita de todos los integrantes.

Hedonistas: Estas infidelidades se centran en la estricta búsqueda de placer sexual, ya sea por la variedad de prácticas o por la alternancia de partenaire.

Bisexuales: Las personas bisexuales a veces concretan encuentros clandestinos con las personas del género opuesto a su pareja estable. Existe una gran cantidad de varones que se muestran heterosexuales pero que en verdad son bisexuales (se sienten atraídos por personas de ambos géneros). Lo que muestra la clínica es que es más difícil para las mujeres aceptar que su pareja varón tenga relaciones con otro varón, que para los hombres aceptar que su pareja mujer tenga relaciones con otra mujer. Muchas mujeres que han descubierto a su pareja en una relación con otro varón, expresaron que les resultaría más tolerable que le sean infieles con otra mujer. En el caso del varón, ocurre exactamente lo contrario.

Por supuesto – no me canso de repetirlo- en sexualidad humana no se puede generalizar, cada persona es única y cada relación de pareja tiene un modo particular de funcionar, en la compleja interacción de factores psico bio sociales que subyace tras cada acción, sentimiento o emoción humanas.