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martes 16 de abril del 2024

“En una sociedad tan enferma, demostrarse cariño genera prejuicio”

por Tatiana Pace

Todo ocurrió días atrás. La tarde de domingo se prestaba para descansar y  disfrutar. Un grupo de mujeres decidió ir a pasar un buen rato a un camping sindical, situado en Oliveros. Las nueve chicas, entre las cuales había tres parejas, le hacían frente al calor aprovechando la pileta del lugar cuando fueron sorprendidas por el guardavidas que se les acercó y les planteó quejas de algunas personas porque se estaban besando dentro del natatorio. Las jóvenes alegaron que no estaban haciendo nada indebido, que era lo mismo que cualquier pareja. Minutos más tarde, la encargada del camping insistió argumentando con que “había niños”. El hecho, que se dio a conocer por redes sociales, rápidamente generó un nuevo pero no original debate en la sociedad.

Desde hace varios años, Fabiana, una antropóloga de 47, es socia de un club de barrio junto con su esposa. Allí aprovechan el verano haciendo temporada y pasando mucho tiempo, tanto, que fue el lugar donde festejaron su casamiento. Ellas, como las otras nueve chicas, son afectuosas y demuestran cariño dentro del lugar. Sin embargo, aseguran que jamás tuvieron un problema. “Seguramente hay miradas reprobatorias y prejuiciosas, pero prevalece el derecho a expresar”, cuenta Fabiana, quien de una manera muy suelta y natural explica: “Hay que relajarse, porque no pasa nada”.

De los clósets a todos los besos en público

Fabiana trata de recordar entre risas, su primer beso con una chica delante de gente: “Es difícil pensarlo porque tengo 47 años y ya por suerte di muchos besos en público”. Sabe que sus primeras muestras de afecto fueron en una sociedad que le decía adiós a la dictadura. En plenos 80, con la democracia recién recuperada y apenas 16 años, Fabiana salió del clóset. La sensación de aquella época siguió intacta dentro de ella: “Había un clima de apertura. No fue un problema en mí hacerlo”. Tanto a sus 16 como ahora, ella sabe que eran otros años y no todo era “open mind”. La situación no estaba tan naturalizada y confiesa que existía una “autocensura”, pero que en su caso no era un impedimento.

Ahora, con 47,  bromea y dice sentirse en una sesión de terapia mientras reflexiona lo importante que es naturalizar cuestiones de este tipo, “que pasan más por lo personal y por lo pudoroso”. A pesar de que Rosario es una ciudad considerada gay friendly, opina que el contexto puede influir a la hora de dar un beso entre parejas homosexuales: no es lo mismo besarse en la puerta del banco que en el patio de la Facultad de Humanidades. Fabiana alienta a seguir insistiendo con estas demostraciones, en primer lugar por el afecto, “no importa la índole”, aclara. La antropóloga opina que estamos en «una sociedad donde es tal el nivel de violencia que cualquier expresión de cariño puede generar controversias”. En este sentido, “las demostraciones de afecto valederas, saludables y con sentido, no deberían estar de ninguna manera prohibida. Estamos en una sociedad tan enferma que demostrarse cariño genera prejuicio”, concluye. En términos más activistas, piensa que “son absolutamente necesarias” y que hasta incluso las “exageraría”, aún cuando parezca innecesario, no por una cuestión de incomodar al otro sino como un “acto pedagógico”. Además, sintetiza con claridad:“No es un problema nuestro, sino del que recibe los besos como algo negativo o algo que no se debe”.

Como en muchas cuestiones de la actualidad, la balanza no está equilibrada. Las parejas heterosexuales no son víctimas de estos planteamientos, mientras que las homosexuales deben justificar sus relaciones mediante el “amor”. ¿Acaso no se puede hablar simplemente de atracción física? ¿Por qué a una pareja hetero no se le pregunta qué está expresando? Fabiana, más antropóloga que nunca, sostiene que esta mirada tiene que ver con la “desubjetivación de las personas”, es decir, que “solo si estás dentro de lo reglado como normal podes producir deseos, subjetividad y demás”. Es una postura arraigada, según ella, “es negarle la posibilidad de serle un igual”.

Retomando el suceso ocurrido en Oliveros, Fabiana confiesa sentir una “mezcla rara” cuando todavía se le cuestiona a dos chicas que no está bien que se besen en público. Una enorme decepción y tristeza se juntan con un enorme enojo; pero en una lectura positiva, estos hechos “renuevan las fuerzas”, sobretodo de aquellas que caminan desde el activismo. La antropológa es redundante: el apoyo colectivo es un gran cimiento para esta comunidad. En la actualidad, son cada vez más los espacios, las personas y profesionales que piensan el tema y también discuten y difunden sobre feminismo, diversidades y desigualdades sexuales. Esto, a su vez, ayuda a aquellos jóvenes que quieren salir del clóset. En un paralelismo, Fabiana compara: “En los 80, era bastante difícil encontrar alguien con quien identificarse.  Si hoy tuviese 16 años, me sentiría más acompañada”.

Para concluir, cita a Susy Schock, una artista trans, que sostiene: “No queremos ser más esa humanidad”. Para Fabiana, esto resume que son muchos los factores (culturales, políticos, económicos y sociales) que atañen a esta problemática, pero que a pesar de eso hay que “reformar el sistema”. Para ella, “la palabra tolerancia no es posible”, sino que para trascender las diferencias tendrían que reducirse realmente a eso, a diferencias y no desigualdades. La empatía y la sensibilidad son valores que tampoco deben faltar en esta transformación, saber cómo establecer relaciones y entender lo que nos pasa a nosotros con lo que le pasa al otro.