No es nuevo ni mucho menos que, desde tiempo remotos, existe una amplia variedad de dietas que prometen resultados rápidos a expensas de un sólo objetivo: ‘adelgazar para llegar al verano’, para ‘entrar’ en el vestido de un evento o, simplemente, porque ‘molestan’ esos kilos de más que creemos poseer.
La realidad es que, tal como afirma la Dra. Monica Katz, las dietas no sirven “ya que si así fuese no habría tantas”… paradójico, ¿no? El hecho de crear hábitos que perduren durante toda la vida parece dejarse en segundo plano cuando, en realidad, es a lo que se apunta al hablar de un estilo de vida saludable.
La cantidad de información publicada en la red y el fácil acceso a la misma predispone a que, en la actualidad, haya acceso a cualquier tipo de notas y artículos que carecen de bases científicas y fuentes de información profesionales que garanticen la certeza de lo que allí se explicita.
Es por eso que resulta importante contar con herramientas propias para distinguir cuándo nos encontramos, como público, usuarios o lectores, frente a un tratamiento de los llamados ‘milagrosos’:
-Suenan muy bien como para ser reales: sin realizar ningún esfuerzo
-Eliminan un grupo completo de alimentos: como por ejemplo los hidratos de carbono
-Incluyen la compra obligada de un determinada producto para llevar adelante el tratamiento
-Prometen un descenso rápido y no el cambio de hábitos a largo plazo
-Prometen “no pasar hambre”
-No se apoyan en evidencia científica ni en fuente de información profesional
-No alertan sobre posibles riesgos
-Son universales: para todos por igual
