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jueves 25 de abril del 2024

De Dulcinea del Toboso al agua blanda

La Real Academia nos indica que la metáfora es la traslación de una realidad a un sentido figurado de esa realidad. El campeón indiscutible de las metáforas fue el mismísimo Cervantes, quien imaginó a la rudimentaria mesera y labradora castellana Aldonza Lorenzo y la idealizó por don Quijote como la encarnación de la belleza y la virtud y a su parecer era una mujer con los  cabellos de oro, las cejas como arcos del cielo, los ojos como soles, los dientes como perlas, el pecho como mármol y las manos de marfil. Ni el espejo donde se reflejaba la madrasta de Blancanieves, cuento de los Hermanos Grimm, mostró una mujer mas hermosa que Dulcinea, a quien el ingenioso hidalgo le pensaba dedicar sus futuras victorias.

El letrista o poeta tanguero también derrochó metáforas a troche  y moche. Bástenos señalar a Celedonio Flores, que nos mostró a la que no tenía oídos para el arroz con leche en “Audacia” y a la que imaginaba como un descolado mueble viejo en “Mano a Mano” . El padre de todos los letristas, Pascual Contursi, nos dice en su primer tango “Mi noche triste” que la catrera se ponía cabrera cuando no los veía a los dos. Su hijo José María Contursi podría inundar estas líneas con la realidad imaginada por él, por ejemplo en “Cristal”, donde tenía el corazón hecho pedazos y el espíritu aferrado a nuestra juventud o cuando en “La noche que te fuiste” palideció la luna y se tornó mas gris la soledad.

Discepolín también fue metafórico al afirmar en “Que sapa señor” que ya nadie comprende si hay que ir al colegio o habrá  que cerrarlos para mejorar, o en “Yira yira” cuando nos advierte que pueden estar secas las pilas de todos los timbres que vos apretás o que se pueden estar probando la ropa que vas a dejar , o la enseñanza que vuelca casi al final de “Esta noche me emborracho”, cuando nos enrostra que es fiera venganza la del tiempo.

Enrique Cadícamo, el más prolífico de todos los letristas tangueros, se anota con una metáfora tridimensional en “Los mareados”, al decirnos que hoy vas a entrar en mi pasado donde en un simple verso de siete palabras nos habla del presente (hoy) el futuro (vas) que desemboca en  mi pasado, o en su famoso “Nostalgias” donde nos presagia que desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud , y en “Niebla del Riachuelo” cuando afirma que amarrado al recuerdo él sigue esperando, de una belleza poética infinita.

Cátulo Castillo alterna indistintamente surrealismo con metáforas. En “La última curda” castiga con que la vida es una herida absurda, en “Desencuentro” conmueve con el remate al avisarnos que ni el tiro del final nos va a salir y en “Tinta roja” nos inquiere para que le indiquemos quien se robó su niñez . Dentro de la refinada y casi culta poesía tanguera de Homero Manzi, en “Sur” nos habla de la nostalgia de las cosas que han pasado, arena que la vida se llevó y en “El último organito” nos dice que se perderá en la nada y el alma del suburbio se quedará sin voz. Para pintar a “Malena”, la que cantaba el tango como ninguna, nos acribilla con un párrafo entero con metáforas sin solución de continuidad al recrearla a la imaginaria cancionista de sus sueños como con ojos que son oscuros como el olvido, sus labios apretados como el rencor,sus manos dos palomas que sienten frío, sus venas tienen sangre de bandoneón.

Si borramos Homero Manzi y decimos que esto fue escrito por Ruben Darío o Pablo Neruda nadie podría extrañarse. Sin embargo, en el pequeño mundillo de la cátedra tanguera todos consideran a Homero Expósito como el príncipe de las metáforas. Todo su cancionero es un derroche ostentoso del único letrista letrado (profesor universitario) que tuvo el tango, como si toda su obra fuera simplemente una metáfora gigantesca. En “Quedémonos aquí” sugiere que hay que abrir las vidas sin ventanas . En “Que me van a hablar de amor” predica que se cuidan los zapatos andando de rodillas, en “Trenzas” prefiere a las que son del color del mate amargo, en “Afiches” nos dice que la verdad es restregarse con arena el paladar, “En “Pedacito de cielo” su amada tiene los ojos de azúcar quemada y finalmente (porque hay que ponerle un limite a tanto sentido metafórico de la vida) idealiza en “Naranjo en flor” a la mujer que era más blanda que el agua y más fresca que el río y que primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin andar sin pensamiento.

Dejo para el final una metáfora tanguera que deslumbra. En “Volver”, sentencia Alfredo Le Pera con que veinte años no es nada , y con un sorprendente anuncio: es un soplo la vida. A Alfredo Le Pera se lo ha acusado de plagiar muy seguido a Amado Nervo, especialmente por aquel poema en que el poeta mejicano habría escrito: “El día que me quieras tendrá mas luz que junio…”, pero en este caso el plagio se retrotrae al Antiguo Testamento, donde el Profeta Job en Jb 7 ,1-4 y 6-7 nos dice “que mi vida es un soplo”. Si fuera cierto demostraría la erudición del poeta predilecto de Carlos Gardel y su facilidad para intercalar lo propio con lo ajeno, lo que no resulta sencillo, más bien todo lo contrario .