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jueves 25 de abril del 2024

De Argentina al mundo: mil mujeres juezas por la equidad en la Justicia

La Bienal Internacional de Mujeres Juezas movilizó a miles de personas para pasar apenas cuatro días – intensos, pero sólo cuatro al fin – en Buenos Aires, Argentina. El Hotel Hilton de Puerto Madero fue escenario y cómplice de un encuentro entre decenas de idiomas, colores, vestimentas y sobre todo, de infinitas realidades. Mujeres de Tanzania y la provincia de Santa Fe, varones aliados con juezas y magistradas de Medio Oriente que por primera vez salían de su país, personas perseguidas políticamente, unas cuantas que fueron cuestionadas, otras tantas que tuvieron que exiliarse: todas compartieron cuatro días de un evento que prometió trascender las fronteras argentinas y devolver juezas mucho más empoderadas para seguir cambiando realidades.

No es fácil prefigurar un encuentro internacional de mil juezas de todo el mundo. La imaginación oscila entre lo que podría ser algo muy aburrido o demasiado técnico, entre cuatro días de recato y trajes, café y labios fruncidos, y charlas que apenas rozarían eso que le preocupa y ocupa a la gente. Lo fácil es prefigurar con juicio – tal como le sucedió a esta cronista – y lo afortunado es encontrarse con algo totalmente distinto. El subsuelo del Hotel Hilton, sofisticado y elegante, se preparó con cientos de mesas redondas que esperaban a las magistradas con golosinas, barras de cereal, botellas de agua. Las banderas de los países presentes y tres pantallas gigantes completaron un espacio que no necesitó adornarse con más: para eso estuvieron las protagonistas.

Las juezas son bajitas y rubias, algunas tienen rulos, otras la cabeza llenas de trenzas. Usan aritos y aros gigantes, también collares coloridos, dorados o de hilos. Caminan con tacos, botas y zapatillas deportivas. A lo lejos pudo verse a una tan cómoda que decidió descalzarse. Las juezas del mundo usan trajes sobrios, sí; pero algunas también muestran sus piernas, y otras tantas usan vestidos ajustados al cuerpo, con estampas y colores llamativos. Las juezas del mundo son serias, sí; pero también se ríen a carcajadas. Son inquietas, atentas, risueñas, bromistas, aplaudidoras y abucheadoras. A algunas se les nota que vienen con todos los lujos. A otras, que por primera vez salieron de su país. En el encuentro, sin embargo, no es perceptible cuán importante, cuán rica, cuán histórica es cada una. Todas son iguales.

“Más mujeres, más Justicia” fue el lema de la 14ª Bienal que se volvió grito: lo primero y último que se escuchó en la sala de conferencias. Retumbó en el Teatro Colón durante la inauguración del evento, en las redes sociales, en los pasillos de los hoteles, en las mesas redondas que acompañaban las charlas. Después de repetirlo una, dos, tres veces, el grito se transformaba en aplausos y en murmullos. Y todo seguía su rumbo.

El encuentro “Construyendo puentes entre las juezas del mundo”, organizado por la Asociación de Mujeres Juezas de Argentina y la Asociación Internacional de Muejeres Juezas, se realizó del 2 al 6 de mayo. Los días más fuertes fueron el jueves y el viernes. En dos días se realizaron 15 sesiones educativas, que no eran otra cosa más que mesas de debate sobre distintas temáticas: desde la trata de personas, pasando por medio ambiente, nuevas tecnologías, pueblos originarios y hasta el rol de varones aliados. De esas sesiones educativas, sólo 7 fueron en paralelo, el jueves por la tarde. El resto fueron en ese subsuelo gigante, todas juntas.

No es fácil hacer una foto general de lo que sucedió, porque se dijo y vio de todo. Los apuntes tomados en caliente cuentan que hubo una mujer de Guatemala que pidió que la violencia contra las mujeres esté dentro de los delitos de lesa humanidad. Una jueza de Palestina, Rasha Ibrahim Hammad, puso la desigualdad en números: el 80 por ciento de los estudiantes de derecho en su país son mujeres; el 17 por ciento de los jueces son mujeres. Hania Helweh, del Líbano, uso sus siete minutos para hablar de crímenes involucrados a nuevas tecnologías y se ganó más de una exclamación. Al final, contó que el Power Point lo hizo con ayuda de su hija de 10 años.

Gita Mittal, de la India, fue una sensación. Es una señora bajita que limpiaba sus lentes con paciencia, que lució el tercer ojo todos los días, que resultó ser la jefa de Justicia de la Corte de Nueva Delhi – según Wikipedia – y habló de trata de personas. Cuando se cumplieron sus siete minutos de conferencia, el público se quejó y pidió que siga. Gita parecía una rockstar y, fiel a su apariencia, hubo bis y se extendió.

El turno de Rabba Al Zreqat, de Siria, fue un poco más temprano que el de la jueza de India. La mujer apenas hablaba inglés. Tuvo una traductora que la siguió a los tropezones: no por dificultades en el lenguaje, sino por el contenido de su discurso. Rabba Al Zreqat habló de la vida de mujeres árabes, la escasa participación política, la maternidad; habló de la guerra, los desplazamientos, y de las prisiones para mujeres y torturas físicas y psicológicas que padecen. Rabba Al Zreqat fue aplaudida de pie y recibió la más sentida de las ovaciones. Ella los recibió como pudo: llorando, con una mano en el corazón.

Cada debate tuvo ejes similares: las obligaciones y compromisos del Poder Judicial en general y de las mujeres del Poder en particular. Ese nucleo se planteó en distintos contextos, escenarios dinámicos, desde lugares donde aún hay guerras étnicas hasta países donde el Congreso abre sus puertas al debate por la interrupción voluntaria del embarazo. Cada una de las mujeres mencionó protocolos y marcos legales y celebró los avances para lograr la equidad de género. Todos los números fueron aplaudidos, aunque siempre marcaban que las mujeres en el Poder Judicial siguen siendo muy pocas. Una de ellas dijo, al pasar: “Nos multiplicamos. De ser una, ahora somos dos”.

Los pasillos del Hilton oficiaron de oreja de más de una historia. Entre café y cigarro, aparecieron las confidencias, la calle, lo personal. Los debates sirven para formarse y movilizarse, y más de una procesión va por dentro. Las juezas del mundo son infinitas realidades. De una punta a la otra del planeta, hay puntos en común. La risa, la elegancia, lo mundano. Pero también la carrera profesional: más de una estuvo detenida, desplazada, cuestionada. Y frente a eso, todas coinciden y repiten lo mismo: sólo por ser mujer.

El dominio sobre el cuerpo de las mujeres en clave de salud

La provincia de Santa Fe movilizó cinco mujeres del Poder Judicial a la 14ª Bienal. Entre ellas, la Ministra de la Corte Suprema provincial, María Angélica Gastaldi. La Ministra fue moderadora en la mesa de debate sobre “Salud y derechos reproductivos”, donde estuvo acompañada de Hannah Okwengu y Ademola Olajide, de Kenia; y de Natalia Gherardi y Roberto Luis María Godoy, los dos de Argentina. En la mesa se habló de todo: desde el placer sexual hasta la posesión del cuerpo, la elección de la maternidad y la paternidad y la mutilación femenina. Se habló de todo, menos del aborto.

La exposición de Kenia fue estremecedora. Los datos arrojados por Okwengu señalan, por ejemplo, de un 21 por ciento de mujeres que sufrieron mutilaciones genitales. La mujer mostró fallos e hizo hincapié: los jueces pueden ayudar, tienen la obligación de interpretar la Constitución favoreciendo el fortalecimiento del derecho y la libertad. Ademola Olajide expuso en representación del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés). Y lo que hizo fue pasar, diapositiva tras diapositiva, números: en 2010 una de tres mujeres de entre 20 y 24 años del mundo se había casado a los 15 años; en 2020, 142 millones de mujeres van a estar casadas en su cumpleaños número 18. Unas 200 millones de niñas y mujeres sufrieron algún tipo de mutilación genital.

Los representantes de Argentina hicieron hincapié en las leyes integrales que existen y las responsabilidades del Estado. Argentina es experta en eso: hay leyes, pero falta el cambio cultural o la real aplicación. Educación Sexual Integral o Ley de Identidad de Género son claros ejemplos. Natalia Gherardi hizo hincapié en la importancia de que el Poder Judicial no sólo las aplique y repare en función de la legislación, sino también de que es necesario que haya más información: sobre presupuesto, evaluación y aplicación de políticas públicas. Roberto Luis María Godoy sumó la importancia de que se formen médicos con perspectiva de género y de empezar a diferenciar la salud sexual de la reproductiva.

A poca distancia de esa charla, el Congreso de la Nación abría sus puertas para una nueva jornada de audiencias públicas sobre el aborto. En el Hilton, el concepto de aborto legal sobrevoló pero no llegó al debate. Lo demás, estuvo: la necesidad de una maternidad libre, de la educación sexual, del acceso al placer, de una medicina con perspectiva de género. La doctora Gastaldi, a cargo de concluir y resumir el debate, remarcó eso: todo está relacionado. “Hay una clave, el dominio sobre el cuerpo de las mujeres”. “Se habla de cómo se ha controlado la capacidad reproductiva, el placer femenino y el cuerpo en general. Hay todavía una negación sobre que la mujer pueda decidir sobre su vida y ser madre”.