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jueves 25 de abril del 2024

Búnkers vacíos en Rosario: entre bocaditos dulces y salados

La noche rosarina de este domingo estuvo amigable, digna para recorrerla: de búnker en búnker, de candidato a candidato. Los espacios de los distintos partidos políticos recibieron a la prensa con café y bocaditos dulces, algunos sandwiches de miga, unos vasos de gaseosa. No predominó la masividad, no fueron demasiados rebalsando algún lugar. Simplemente, el resultado y los nuevos escenarios. En algunos búnkers primó la cumbia y el cantito, en otros el encuentro, en algunos el murmullo de la derrota. Pero, sobre todo, los búnkers oficiaron de termómetro, especialmente cuando los números todavía rondaban lo incierto.

El Frente Progresista Cívico y Social tuvo su punto de encuentro en la fluvial. El salón, iluminado con luces naranjas y azules, apenas tuvo movimiento. Las mesas se mantuvieron ocupadas siempre. La mayoría eran funcionarios, pocos militantes, nada de gente suelta. Apenas se vislumbró un grupito de jóvenes, pero no hubo mucho más. Y todo indicaba que el panorama no iba a cambiar, ni siquiera cuando se liberen los fiscales. En el ambiente predominó el murmullo, el cruce de miradas, las voces por lo bajo; también la luz de las pantallas de los celulares que buscaban más datos, más información, algo que dé una señal de que el panorama iba a cambiar. Pero no pasó. La tranquilidad pasadas las 21 en el búnker oficialista era confusa: ¿Era tranquilidad o falta de optimismo? Más tarde, el precandidato a diputado nacional, Luis Contigiani, aclararía: «Esperábamos estar un poco más arriba». Unos sandwiches de miga, café y copas de gaseosa intentaron ayudar a pasar el mal trago del oficialismo. Pero no alcanzó.

El local de La Corriente Nacional de la Militancia (en Maipú al 1100) sonaba distinto, a una segunda fuerza consolidándose. Pasadas las 21.30 empezó a sonar la cumbia al ritmo de Los Del Fuego. El panorama, sin embargo, no era masivo, aunque fue cambiando con el tiempo. Los fiscales aparecían de a poco, a medida que las mesas cerraban, y sus caras cambiaban al compás de las noticias: las buenas elecciones municipales y provinciales, la derrota nacional. Mientras tanto, al igual que en el búnker oficialista, era fácil cruzarse con precandidatos, con funcionarios o referentes de varios espacios. También las gaseosas, los saladitos, el café, iban y venían entre periodistas y militantes, daban una mano para digerir las noticias. El murmullo, sin embargo, no predominó. El tono de voz subía con las mesas escrutadas y las estrategias empezaban a dar vueltas en el aire, al ritmo de la cumbia que no paró. La incertidumbre para la primera fuerza del peronismo no era necesariamente mala: un nuevo panorama se abría a la vez que nacía la segunda fuerza local y provincial.

Las claves de la noche estuvieron en los dos búnker PRO. El de Roy López Molina, en la esquina de Maipú y San Lorenzo, se sintió como nadie esperaba: expectante y distendido al principio, feliz después. No hubo rumores, no hubo murmullos. La diferencia con los otros espacios era clave. Las voces retumbaban y se diferenciaban del resto de los espacios políticos. No hubo, en esa esquina que no se ocupó masivamente, lugar para la incertidumbre. Todo fue festejo. Medido, pero festejo al fin.

La sorpresa fue el búnker de Ana Martínez. En el hotel Plaza Real, un puñado de periodistas fue recibido con bocaditos dulces y jugo de naranja. También por un guardia de seguridad. No había militantes, ni referentes para dar algún tipo de indicaciones. Ya habían pasado las 22 y en el salón preparado para los simpatizantes y los votantes PRO de Anita, no había nadie. Apenas la música fuerte y luces de colores que esperaban una celebración que no fue.