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viernes 29 de marzo del 2024

Asados, charlas y un puñado de historias imborrables: el conmovedor recuerdo de uno de los amigos más cercanos del Trinche Carlovich

Damián Sanchez, uno de los amigos más cercanos del Trinche, le contó a Rosario Nuestro detalles y anécdotas de la vida del ídolo rosarino.

Damián Sánchez tiene 39 años y recuerdos en su memoria que permanecerán inmunes al paso del tiempo. Uno de los amigos más cercanos que tenía el Trinche Carlovich, quien falleció el viernes después de haber agonizado dos días tras ser atacado por un delincuente para robarle su bicicleta, un símbolo del exjugador con el que recorría las calles de Rosario como uno más. El Trinche y Damián compartían asados íntimos, historias y charlas de la vida en el corazón de barrio Belgrano y otros rincones. La noticia de su muerte le cayó como un baldazo de agua fría y se le quiebra la voz cuando nombra al entrañable astro de Central Córdoba, al que Maradona le dijo que era mejor que él. En las redes sociales le dedicó una emotiva carta que atravesó los corazones de quienes amaban al exfutbolista, el más bohemio de todos los que pasaron por la escena nacional.

“Al trinche lo conozco por mi papá, el es fanático de Central Córdoba. El siempre lo mencionaba y ahí arranca en mí una cosita de buscar quién era el Trinche”, cuenta Damián a Rosario Nuestro. Por esas casualidades de la vida, el muchacho se mudó a barrio Belgrano, sin saber que sólo a dos casas vivía el ex futbolista. “La primera vez que lo vi estaba un poco gordo y usaba una campera muy grande. Me saqué una foto con él, en Barrio Belgrano. En uno de sus cumpleaños le hice una carta y se la tiré por debajo de la puerta, deseándole un feliz día. A partir de ahí, cuando pasábamos por la vereda nos miraba con una sonrisa. Estaba siempre en la vereda, con la puerta abierta, con algún amigo, y así fue que me acerqué”.

Los vecinos se volvieron amigos con el paso del tiempo. “Poder traerlo a que coma un asado con mi papá fue muy fuerte. No era fácil traerlo, a él no le gustaba salir mucho. Tengo muchos recuerdos con el Trinche. Por ejemplo, en en penúltimo de sus cumpleaños quedamos solos y me dijo: ‘Ya me queda poco’. Yo se lo negué y me reí”, recuerda Damián, un amante de la filosofía que empezó a estudiar la carrera en la Facultad de Humanidades y Artes por puro placer. Quizás ese interés por cuestionar lo establecido fue lo que lo unió para siempre a Carlovich, un bohemio al que el mundo le hacía ruido.

“El había quedado viudo. Vivía solo, habían muerto todos los hermanos, el padre, la madre. Yo creo que a eso lo cargaba en la mirada, se notaba el transcurso de una vida donde pasó mucho dolor”, relata el joven de ojos azules inmensos, que recuerda que cuando se separó de su novia con la que vivía en Belgrano el Trinche le confió que otro chico frecuentaba su hogar. «Anda un rubio por ahí», le dijo. A Damián le dolió. Pero así son los amigos.

El miércoles cerca de las 18.00 el Trinche manejaba su bicicleta por calle Eva perón y Paraná cuando un hombre lo golpeó y le robó su medio de transporte, el que lo volvía un ser singular, despojado de los bienes materiales. El viernes, el ex futbolista rosarino dejó a todo una ciudad paralizada, con llantos, bronca y una admiración eterna que hace que su partida violenta duela aun más. Cerca de las 10 de la mañana, los médicos del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez informaban su fallecimiento producto del brutal impacto en la cabeza. “Cuando fui a despedirlo a la casa, luego de su muerte, no había nadie. Le llevé una nota como fue en ese cumpleaños en que lo conocí. Sinceramente, tenía la idea de invitarlo a que venga a comer este domingo (ayer) a la noche, con mi viejo”, detalla Damián, movilizado.

Tras su muerte, el amigo del Trinche escribió una emotiva carta de despedida en Facebook, con lágrimas en los ojos y un sinfín de anécdotas que quedarán grabadas a fuego en su memoria.

La carta

Me guardo la última llamada, para tu cumpleaños, el 19 de Abril, me guardo ese asado planeado y el poder decirte “te quiero” antes de cortar. Me guardo tu mirada, tus ojos vidriosos, tu tranco lento para vivir y caminar, libre, tu propio existir.

Me guardo verte pasar en esa bicicleta colorida. Me guardo cuando me contaste que te había llamado el Pajaro Cannigia y cuando el Loco Bielsa te mando a tu casa una revista francesa donde habían sacado una nota tuya. Nunca fuiste consciente de todo lo que generabas en los demás, vivías lo propio en tercera persona.

Me guardo verte sentado en la vereda y esa puerta de calle, prácticamente, siempre abierta, abierta para paliar esa soledad, que a pesar de tantos vínculos, te asediaba.

Maldita e injusta paradoja, la muerte te encontró en medio de una cuarentena, a vos que vivías la propia, que supiste guardarte cuando el virus del capital ambicioso, mercantilista y utilitarista te quería alejar de los tuyos, de tu familia, de tus amigos. Como te iban a quitar lo más preciado que era tenerlos pegados a vos? Pegados como cuando alojaste en tu casa, durante largos meses, al Negro Sugus porque la mujer lo había dejado. Cuantos meses te vimos en la vereda con el, ahí tranquilos, recordando potreros de la infancia donde hoy hay casas, trayendo a la memoria a aquella vecina que de adolescentes les quitaba el aliento cuando pasada por la esquina de Guatemala y el pasaje Prusia, recodando los partidos en el Río Negro, gastándose cuando había algún clásico local, compartiendo la mesa día y noche.

Me guardo cuando dijiste que querías vender la Stepway y comprarte un Minicooper para echar facha por el barrio. Pero te tiraba la bici, porque esa bici, como pocos entienden, no era solo “una bici”, era tu posibilidad de andar, de ser, de existir, de poder seguir caminando, a tu ritmo, la mismísima vida.
Maldito destino que te fue a topar con ese hijo de puta que te mato, maldito, también, el que compra cosas robadas.

Maldita tristeza que acecha por las noches.

Trinche querido, por que te tuviste que ir así?

Te vamos a seguir rindiendo culto, hablando de vos, buscando fotos tuyas, contándoles a los pibes que en Rosario hubo un Tal Trinche Carlovich, el Mago, que, según cuentan, era mejor que Maradona. Chau Trinche, te voy a extrañar!