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miercoles 24 de abril del 2024

Aborto: entre lo público y lo individual: una aproximación desde la salud, la academia y el cuerpo

En febrero de 2018, el Proyecto de Ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito ingresó por primera vez a la Cámara de Diputados de la Nación. Durante la etapa inicial de audiencias públicas, que culminó el jueves 31 de mayo, más de 700 oradores desfilaron por el plenario de las comisiones de Salud, Familia, Legislación General y Legislación Penal. Representantes de distintas disciplinas de la geografía del país fijaron posiciones a favor y en contra de la iniciativa que será votada en el recinto el 13 de junio en un hecho político y cultural sin precedentes en la historia argentina.

La discusión se inscribe en un contexto de lucha por los derechos de las mujeres que empezó hace algunos años y alcanzó su punto cúlmine en 2015 con la primera marcha impulsada por el colectivo Ni Una Menos contra los femicidios. Desde entonces, los reclamos que comenzaron con el pedido de frenar los asesinatos, se multiplicaron y visibilizaron cuestiones internalizadas socialmente como naturales. El cese de las violencias machistas en todas sus formas incluyó la exigencia de la facultad de decidir sobre los cuerpos.

Precisamente en esa línea, se ubican las argumentaciones en pos de la interrupción legal del embarazo atravesadas por un punto clave: el aborto aparece como la última instancia de una problemática de salud pública ligada a las condiciones de clandestinidad a la que, de acuerdo a las cifras estimadas por el Ministerio de Salud de la Nación, se someten entre 370.000 y 520.000 mujeres al año. Según el texto del mencionado Proyecto de Ley, en democracia 3000 mujeres fallecieron en Argentina a causa de intervenciones inseguras. La instancia del aborto, entonces, es precedida por otras dos etapas fallidas que conciernen al rol del Estado: la educación sexual y los métodos anticonceptivos. El lema de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito habla por sí solo: «Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir».

Del otro lado, las posturas en contra de la iniciativa aluden a cuestiones religiosas asociadas al comienzo de la vida desde la concepción. Bajo la perspectiva antiabortista, el aborto es visto, lisa y llanamente, como un asesinato. No hay ninguna razón valedera para matar una vida que late, ni siquiera cuando el embarazo es producto de una violación, pues ese ser que se está gestando, es un ser inocente. Si bien el argumento inicial de las opiniones en contra de la interrupción legal del embarazo es de índole religioso, se entremezcla con aspectos legales pues, por ejemplo, el Código Civil establece en su artículo 19 que «la existencia de la persona humana comienza con la concepción».

Con todo, y se dijo hasta el hartazgo, en la discusión no hay grises. Sí hay una multiplicidad de factores implicados y así quedó demostrado en el Congreso. Lo legal, lo filosófico, lo religioso, lo académico, lo médico y lo científico se entremezclaron para formar un complejo entramado de miradas. Miradas condicionadas por aspectos de clase, de género y sobre todo educacionales, contextuales y de formación.

Raquel Chiara,  médica, docente y ex decana de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, siguió el debate a través de los medios. Sobre todo a los expositores rosarinos y rosarinas representantes de la ciudad, algunas colegas y ex compañeras de la época de labor universitaria. En diálogo con Rosario Nuestro, analiza la primera etapa de una discusión que aguarda resolución legislativa en las próximas horas.

A los ojos de la que escribe, Chiara es una figura local de peso que ofrece una perspectiva en la que se entrecruzan varias de las aristas arriba enumeradas. Es mujer, pertenece al ámbito académico, a la vez que médico y científico. La docente entiende que la discusión política implica per se un avance y una comprensión de los reclamos sociales por parte de la política argentina, algo así como una deuda que se tenía desde hace décadas.

«En Rosario somos pioneros en considerar esta problemática como de salud», lanza la doctora que conoce el panorama del sistema sanitario local. En la ciudad no se registran muertes maternas desde 2012 gracias a la aplicación de las formas legales de la interrupción de la gestación estipuladas en el artículo 86 del Código Penal y el Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo del Ministerio de salud de la Nación que rige desde 2015 . Un punto en el que enfatizó el secretario municipal del área Leonardo Caruana en ocasión de su exposición en el debate en la antesala de la votación en la Cámara Baja.

Pero los cambios en esa dirección datan de más atrás. Raquel Chiara, como máxima autoridad de la facultad de medicina en la década de 2000, impulsó un nuevo plan de estudios, alejado del enfoque biologicista convencional y centrado en una visión humanizante e integral del sujeto y de la ciencia. Desde ese entonces, la currícula está dividida en distintas áreas. Una de ellas, la de SexualidadGénero y Reproducción. Añadido a eso, y gracias al nuevo programa que incorpora una serie de asignaturas electivas, la casa de estudios sumó en 2017 una materia específica sobre aborto y se convirtió en la primera y única en el país en ubicar el tema en la agenda educativa. Al instante, la cátedra superó la capacidad de convocatoria, lo que dejó entrever, en palabras de la ex decana «una demanda oculta, que no estaba satisfecha y el indudable aporte de los estudiantes que siempre suman verdades y nuevas necesidades generacionales».

Para la ex titular de Medicina, la universidad en particular y la academia en general, cumplieron un rol clave en la etapa inaugural del intercambio parlamentario: «La universidad debe ir siempre al frente de la historia, creándola, no corriendo detrás de ella». Destaca especialmente la presentación de su ex alumna y colega Raquel Tizziani, docente de la asignatura El aborto como problema de salud y trabajadora de la salud pública, quien durante su exposición se mostró crítica con la formación de los médicos tradicionales en materia de aborto y derechos sexuales, destacó el caso rosarino y conmovió con su relato en el proceso de acompañamiento de mujeres atravesadas por la problemática.

Chiara conoce de cerca la realidad de la muerte. También de la muerte a causa de una práctica de aborto en condiciones clandestinas, caseras y desprovistas de cualquier tipo de cuidados médicos e información. Su relato se recrudece con una anécdota. «Hace cincuenta años en la mesa de autopsias me encontré con el cuerpo de una mujer joven que había fallecido por una infección generalizada. Cuando abrí la cavidad uterina me encontré con tres tallos de perejil. Ahí me di cuenta por dónde había entrado la infección. La soledad en que vi a esa persona era la misma que la de esa mesa de acero, donde realmente seguía estando tan sola como antes». La historia ilustra, para la entrevistada, la necesidad de abordar la temática como un problema de salud pública, que atañe a una decisión personal.

La ex decana entiende que la problemática del aborto está atravesada por la facultad de decidir sobre el cuerpo. «Es importante rescatar esa propiedad individual  que es nuestro cuerpo desde una construcción propia y alejarse de lo que el poder intenta hacer para seducirnos». Y extiende esa concepción exenta de imposiciones políticas y culturales a otros aspectos inescindibles de lo corporal como el de la vestimenta. «La decisión de abortar pertenece a una paciente viva», dice, enfatizando la palabra «viva». «Ese es el único cuerpo del que hay certezas sobre la vida. La vida de esa mujer que decide no procrear y que está desprotegida por parte del Estado. Que no recibió educación sexual ni accedió a métodos anticonceptivos». Para la docente, la cuestión filosófica sobre el comienzo de la vida debe ser dejada de lado.

En lo que dura la charla, Raquel Chiara articula el punto de vista individual, privado y personalísimo de las mujeres que no quieren ser madres -en una sociedad que diviniza la maternidad- con el público, el del Estado como proveedor de las herramientas de salud y educación necesarias para evitar la instancia del aborto, que existe porque existen múltiples realidades humanas que no deben ser desatendidas.