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sábado 27 de abril del 2024

22 de agosto, Día Internacional del Folklore

Una reflexión de Jorge Cánepa, sobre el festejo de la tradicional música que se celebra de diferentes maneras en todo el mundo.

Por Jorge Cánepa

Cuando entré a la radio de la mano de mi madre me temblaban las piernitas.
¡Lo había pedido tanto! Y por fin, después del largo viaje en tranvía, allí estaba.
Era la vieja LT8, con sus estudios imponentes, sus micrófonos, descomunales para la mirada de un niño, su gente de traje y corbata y, en uno de los tres pianos, el maestro Raùl Quintana tocando La Compañera, la zamba del gran Oscar Valles.
Creo que fue el único sueño que no lamenté que se hubiera cumplido.
Era el sonido natural de mi infancia. Era la radio y el folklore. Éramos nosotros.
Cuando me llamaron para el conjunto infantil tenía 11 años y sentí que el cielo estaba cerca. Los Hijos de la Tradición se llamaba. Veinte chicos con guitarras, bombos, cajas, quenas, pincuyos, bandoneones, violines y ahora, piano.
El folklore que rebalsaba el alma de don Pedro Alvarez, el gran custodio y conductor, y se nos metía en la sangre.
Era la década del ’50 y la Argentina exportaba identidad.

En la escuela, en el club, en el cine, en cada casa, éramos nosotros.
Nuestra generación fue la última que recibió el tesoro inigualable de poder reconocernos en el arte.

El folklore, de a poco, se fue mimetizando en la fusión (esa rara mezcla que anula todas las partes que la constituyen), en el grito de los festivales y en la desmesura de los recursos técnicos y visuales.
Desapareció de la enseñanza y lo sustituyó la importación.

Este es otro tiempo. Con otro sonido y otro idioma.
Es global, uniforme, machacante. Es una industria perversa, millonaria en dinero y pobre en contenido y en belleza.
Invita a decir que si a todo, moviendo la cabeza al ritmo de una máquina, mientras un sujeto dice tocar, y pone grabaciones.

Yo, aquel chico Hijo de la Tradición, entiendo que aquel país era más nuestro, que es injusto haber transformado en un Tesoro Oculto la obra monumental de nuestros creadores.
Solo una Ley Nacional de Enseñanza Obligatoria en las Escuelas puede rescatar lo que fuimos ayer y lo que somos hoy.
Seguramente habrá algún representante político que entienda que promover la cultura no es repartir un subsidio para silenciar, sino todo lo contrario.

Festejar «El Día Del Folklore» sin conocerlo, es como ir a una fiesta sin saber que se festeja, y ser un colado más.